Análisis

¿De qué sirve la Unión Europea?

La gran carencia frente al coronavirus viene de la incomprensible inacción de Europa que, pese a circunstancias tan dramáticas, sigue empeñada en una ortodoxia macroeconómica

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, presenta la estrategia digital de la UE, este miércoles en Bruselas.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, presenta la estrategia digital de la UE, este miércoles en Bruselas. / periodico

Jordi Alberich

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Mientras desde el ámbito sanitario se adoptan medidas contundentes para frenar el avance del virus, las autoridades políticas y económicas andan aún desorientadas acerca de cómo evitar que caigamos en lo que puede ser una crisis de gravedad similar a la de 2008. Aún a tiempo de evitarlo, todo señala que deberíamos actuar en diversos frentes, sin olvidar que el prioritario es el sanitario, pues la mejor manera para eludir una recesión económica es dimensionar la epidemia lo antes posible. Y, en este sentido, cabe entender las medidas anunciadas por el reciente Consejo de Ministros que, si bien en la buena dirección, resultan muy insuficientes.

Así, una primera línea de actuación que se contempla es la financiación extraordinaria a los sectores más afectados por la crisis, especialmente por la vía del aplazamiento del pago de impuestos. La enorme disponibilidad de liquidez, a tipos bajísimos cuando no cero, debe servir para que las administraciones públicas puedan financiar una caída de actividad que, de lo contrario, puede llevar a la destrucción masiva de puestos de trabajo

Estamos ante una serie de medidas de soporte financiero, acompañadas de otras en el ámbito laboral, destacando el recurso temporal al desempleo, en determinados supuestos, de manera que ni empresas al borde de la inactividad soporten salarios que las llevarían al cierre, ni los empleados pierdan ingresos o derechos laborales. Sin embargo, el conjunto de actuaciones no responde a la intensidad de las circunstancias, pareciendo más propias de aquellas a las que se recurre en el caso de desastres naturales, que afectan a un determinado territorio.

Para evitar la catástrofe, la responsabilidad recae, también, en el ámbito privado. Así, es de esperar una actitud responsable por parte de aquellas empresas, especialmente las de gran tamaño, cuya solidez les permita superar un semestre muy complicado. Un compromiso que se debe concretar en priorizar la ocupación, aunque ello conlleve una menor remuneración del capital. Ahora que tanto se habla de un capitalismo responsable, que va más allá de los intereses de los accionistas, ha llegado el momento de ponerlo en práctica.

Pero la gran carencia viene de la incomprensible inacción de Europa que, pese a circunstancias tan dramáticas, sigue empeñada en una ortodoxia macroeconómica, que ya venía siendo objeto de controversia y que hoy debe aparcarse con toda urgencia. La negativa de los países centrales de la Unión Europea a las demandas de España, Francia e Italia para relajar la disciplina macroeconómica, y permitir un mayor gasto público, mucho más allá del anuncio de la presidenta de la Comisión anunciando que los gastos sanitarios extraordinarios no computarán a efectos de déficit, no solo constituye un dislate económico, sino que es, también, una muestra de insensibilidad extraordinaria que, sin duda, tendrá consecuencias. Y es que, de seguir en esta línea, quizá debamos preguntarnos de qué sirve Europa y la moneda única.