Análisis

El virus es dañino

Nos estalla en la cara, por ejemplo, la evidencia de que fueron demasiado lejos los irresponsables recortes sanitarios

Dos chicas con mascarilla, por el riesgo de coronavirus, frente al CAP Manso, en Barcelona

Dos chicas con mascarilla, por el riesgo de coronavirus, frente al CAP Manso, en Barcelona / periodico

Antonio Franco

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hay muchas personas sensibles que viven lo del virus con pánico y una profunda depresión. Otras simplemente lo encaran con preocupación, prevención y disgusto. Las primeras casi prescinden del dato fundamental, que no es mortal, y subrayan lo de que combinado con debilidades previas del organismo de algunos de los contaminados provoca fallecimientos. Para ellas las medidas que se adoptan son insuficientes y tardías de modo que se han instalado en un estado de queja permanente. Los segundos resaltan que todos los datos fiables muestran que la proporción de muertes es lamentable pero muy baja. Son dos posturas, nadie puede decir que una de ellas es mala y otra buena porque esta crisis no tiene precedentes en un contexto como el nuestro ni sabemos cómo acabará. Pero probablemente la mayoría de nosotros cogeremos el virus de un modo u otro y de forma benigna.

Empezamos a saber que aunque el virus sea dañino lo es mucho más la angustia que ha provocado. Respiramos en una burbuja psicológica creada por el nuevo modelo vigente de la comunicación global (mucho impacto, alta capacidad de alarma y baja fiabilidad) unida a la justificada desconfianza popular universal hacia lo que dicen las autoridades. Para algunos es como si una película de terror hubiese saltado desde las pantallas a la vida real y cotidiana; el terreno estaba bien abonado porque llevamos décadas convirtiendo el miedo y el sufrimiento en dos de los temas centrales de nuestro entretenimiento.

La perversidad de nuestro modelo informativo mezcla, sin que los ciudadanos puedan diferenciarlos, verdades y mentiras, precisiones y aproximaciones, lo que viene de fuentes científicamente contrastadas y rumores inventados, publicidad y falsedades intencionadas. La espiral es imparable. La crisis de credibilidad de los políticos les empuja ahora a ceder toda la autoridad al mundo científico, pero las medidas que se van adoptando para rebajar los efectos sanitarios, sociales y económicos de la pandemia en la práctica acaban engordando el temor. Los esfuerzos para no desmadrar el estado de alerta en muchos casos son recibidos con recelos y protestas al mismo tiempo que, por otra parte, se piden más. Creo que la peor mentira que nos están inculcando es que esto pasara pronto. Suspenden las clases y concentraciones de gente solo por un par de semanas para apaciguarnos.   

Tocará analizar más adelante lo que nos pasa. Ahora lo urgente es evitar los colapsos sanitarios y económicos que se van creando. Vemos con otro tipo de enfado, político, que quienes predicaban bajar los impuestos nos han dejado un sistema de salud que no es lo suficientemente bueno. Nos estalla en la cara, por ejemplo, la evidencia de que fueron demasiado lejos los irresponsables recortes sanitarios de la nefasta pareja que constituyeron para Catalunya el pasivo Mariano Rajoy y el poco arrepentido Artur Mas. Cuando vuelva la normalidad tendremos que subsanar su inmensa y contaminante frivolidad.