Dos miradas

En Casalpusterlengo

A Federica y a su prometido, Giovanni, la Policía les obligó a mantener la distancia prudencial para evitar contagios

Se atribuye a Moccia la costumbre de que los enamorados dejen candados en los puentes.

Se atribuye a Moccia la costumbre de que los enamorados dejen candados en los puentes. / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Toda Italia está confinada, pero, hace unos días, solo era una parte del territorio la que estaba dividida en zonas rojas y naranjas, en función del nivel de reclusión. Y aún más: semanas antes, la contención se reducía a la zona de Codogno y de Vo', dos pueblecitos de Lombardía que fueron la zona cero de la rama vírica italiana.

Cuando la cosa epidémica se extendió más y más, los periódicos dijeron que la península entera "diventerà una enorme Codogno", que es lo que ha acabado pasando. Otro de los primeros pueblos afectados fue Casalpusterlengo, en la misma zona. Allí vive una chica que se llama Federica. Su prometido, Giovanni, vive en Ospedaletto Lodigiano, nada, a pocos kilómetros. El chico pensó que si la restricción se ampliaba a todo el país no existiría más la frontera sanitaria porque, de hecho, resulta que ya estaban todos confinados. Pero no fue así. La Policía les obligó a mantener la distancia prudencial. Separados por tres conos de tráfico, arrimados a una valla metálica, bajo la mirada de los agentes, mirándose con amor y melancolía, grabaron un vídeo para explicar su historia. Supongo que a estas alturas ya se habrán abrazado, que es lo que querían.