La clave

El valor de la sanidad pública

La sanidad pública no es perfecta, pero la emergencia sanitaria por la epidemia sería mucho peor con otro sistema

La tercera planta del CAP Manso, en Barcelona.

La tercera planta del CAP Manso, en Barcelona. / periodico

Joan Cañete Bayle

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No se oyen estos días muchas voces defendiendo las bondades de la privatización de los sistemas públicos, sobre todo el sanitario. Normal, es el sistema sanitario universal público el que está encajando el peso de la crisis del coronavirus en el ámbito de la salud. Son días en que los políticos elogian la calidad del sistema y la profesionalidad y entrega de los profesionales que lo forman, pero en cambio pocos recuerdan que al sistema sanitario le llega esta crisis tras años de recortes en recursos y personal.

No solo eso: le llega tras años en los que cierto discurso supuestamente sofisticado defiende lo privado como sinónimo de eficacia y lo público, como despilfarro y caos. Lo sabemos bien en Catalunya, pero también en la Comunidad de Madrid, zona centro de la expansión del covid-19 en España: a la sanidad pública este discurso de escuelas de negocio y ciertos profesionales de la gestión sanitaria la retrata o bien como un gasto (un lujo) que no podemos permitirnos, o bien como un pozo sin fondo. En realidad, su visión de la sanidad es otra: un enorme negocio con ánimo de lucro. Un concepto, obvia decirlo, en las antípodas de la sanidad entendida como un derecho. Un discurso que se centra en el coste y el beneficio de la sanidad y no de su valor.

Una de las paradójicas herencias de la gran crisis es este asalto a la reputación de los servicios públicos. Bernie Sanders, ya casi fuera de la carrera por la Casa Blanca, es considerado por muchos estadounidenses un radical porque, entre otros motivos, defiende un sistema sanitario en su país que se acerque a ser público y universal. Es tan radical, que hoy muchos expertos predicen escenarios muy preocupantes con el coronavirus en ese EEUU del sistema sanitario privado.

La sanidad pública no es perfecta. Es previsible que veamos caos, desorden e imágenes difíciles en los hospitales  públicos. Pero la emergencia sanitaria por la epidemia sería mucho peor con otro sistema. Será conveniente acordarnos de ello cuando amaine la crisis y esas voces hoy calladas vuelvan a hablar del coste de la sanidad y no de su valor.