Soledad

Tengo a mi compañero de las ‘Dos miradas’ de EL PERIÓDICO confinado en su casa. Que no cunda el pánico, Fonalleras está bien. Pero un familiar suyo, ya felizmente recuperado, dio positivo al coronavirus. Me alegra que haya superado su impulso de tirarse por el balcón. O por la ventana. Más aún que no haya perdido su sentido del humor. Si se han asomado a la web del diario lo habrán visto ahí, con su mascarilla, el uniforme de recibir a las visitas que, misericordes, se acercan a su puerta para dejarle avituallamiento.

Quien más, quien menos, todos vamos a perder algo en esta crisis. De repente, cobra una especial relevancia la palabra 'soledad'. Dramática cuando es un enfermo ingresado en un hospital o un mayor en un geriátrico al que no se puede visitar. También de repente las urgencias políticas, esas desavenencias que parecían tan fundamentales en nuestras vidas, esas a las que hemos dedicado tantas horas, tantas discusiones, se van alejando de nuestra mente. Llevamos años cavando trincheras ideológicas y ahora tememos, con razón, la soledad impuesta. Curiosa lección de este maldito virus microscópico.