Longevidad

La vida infinita

Todos me miran horrorizados. ¿Acaso quiero morirme? Reconozco que sí. La gracia es la finitud, añado, morir es lo que hace emocionante el cuento de la vida.

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Care Santos

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Un amigo de casi 50 me dice que desea llegar a los 100 años. Le pregunto si no teme aburrirse. Lo que de verdad teme es no tener tiempo de aburrirse, dice. No es la única conversación de la semana en la que sale a relucir la longevidad. Algunos esperan obtenerla gracias al yoga, la dieta, el aquagym, una hora de paseo diario, la regularidad sexual o incluso la felicidad de no seguir dictados de ninguna clase, incluyendo los de su jefe.

Salen a relucir nombres de centenarios fallecidos recientemente. El actor <strong>Kirk Douglas</strong> (a los 103), el exsecretario de la ONU Javier Pérez de Cuéllar (a los 100), el escritor y traductor Juan Eduardo Zúñiga (101), el párroco Julio Damián Muñoz (106) o el filósofo argentino Mario Bunge (100). Alguien busca el común denominador a todos ellos y surgen algunas ideas (varias, descabelladas). ¿Eran felices? ¿Vegetarianos? ¿Caminaban mucho? ¿Comían chocolate negro?

Alguien aporta datos: la mujer más longeva jamás registrada murió en Francia a los 122. Sí, pero en Uganda la esperanza de vida es de 51 años para las mujeres y 49 para los hombres, dice otro. Si fuéramos ugandeses, los amigos de esta noche estaríamos criando malvas o a punto de hacerlo, en lugar de haciendo planes para el siguiente medio siglo.

Alguien busca en <strong>internet</strong> qué hay que hacer. En estos tiempos, siempre hay alguien buscando algo en internet. Nos empieza a regalar claves: comer poco, andar mucho, no estresarse, no fumar, no beber… Alguien dice que llegaremos a vivir para siempre, o a elegir si queremos o no morirnos. Es como una película de ciencia ficción, digo. Y aburrido. Todos me miran horrorizados. ¿Acaso quiero morirme? Reconozco que sí. La gracia es la finitud, añado, morir es lo que hace emocionante el cuento de la vida.

En los informativos solo hablan del virus maléfico que se extiende como nuestra incertidumbre. ¿Se le puede combatir con fantasías sobre la inmortalidad? Tal vez, por lo menos hasta que alguien dé con la vacuna.