ANÁLISIS DEL TRIUNFO AZULGRANA

¡Olé!, el Barça ya gana de penalti, como el Madrid

Leo Messi celebra el gol del triunfo, conseguido de penalti.

Leo Messi celebra el gol del triunfo, conseguido de penalti. / periodico

Emilio Pérez de Rozas

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Lamento, y mucho, que Quique Setién se tenga que comer los marrones que se está comiendo, pero quien quiere cumplir un sueño, al precio que sea, no tiene más remedio, a menudo, que cerrar los ojos y tirar ‘palante’.

Si creía que iba a pasar de rositas por la sala de prensa de la ‘Joan Gamper’, el viernes ya se dio cuenta que, de vez en cuando, uno, por más filósofo que sea, por más veterano que sea, por más ilusión que le haga ser entrenador del Barça, ha de cabrearse, dar un puñetazo en la mesa (no lo hizo de auténtico milagro) y gritar “¡señores, por favor, el tema no da para más!” (El tema era Eder Sarabia, claro).

Si creía que alguien no es resultadista en el fútbol o él mismo trata de despreciar esa etiqueta que ha generado tantos campeones de Liga, de Champions y hasta del mundo, poco a poco se da cuenta que, pese a sus lamentos por “las siete ocasiones desperdiciadas en el Santiago Bernabéu”, la cosa va de ganar (ni siquiera de empatar) cuando se está en el banquillo del Barça. Incluso ganando, se oyen gritos de “¡Bartomeu, dimisión!” “¡Bartomeu, elecciones!” Eso en Lugo, en Las Palmas en la Sevilla del Betis no se daba, no.

Riqui Puig tendrá que esperar

Si creía que era llegar, hacer subir a Riqui Puig al entrenamiento del primer equipo, levantar a las masas y hacer creer que, en efecto, había resucitado el valiente Johan Cruyff que alineaba a los niños antes que a los refuerzos de invierno, también se habrá dado cuenta de que no va de ese palo, no, que ha llegado el momento, aunque solo tenga 14, 15 o 16 fichas, de agarrarse a los machitos, confiar ciegamente en el coraje de Arturo Vidal, el portentoso Piqué y la eterna sabiduría y hambre de Messi.

Si creía que el tiqui-taca, el partido de los 1.005 pases o el rondo eterno iban a poner en pie al Camp Nou, ayer mismo se dio cuenta que, en épocas de vacas flacas (esto sigue pareciendo un auténtico milagro y ¡ojalá! nunca llegue el día del desastre definitivo, el que se intuye), el público se agarra a las carreras al espacio de Braithwaite, el único jugador que corre sin balón como hacían ¿se acuerdan? Stoichkov y Goikoetxea en el ‘dream team’; Giuly y Etoo, con Frank RijkaardHenryPedrito y Villa, con Guardiola y, no hace tanto, NeymarSuárez y el propio Messi, que ahí sigue, haciendo prodigios, en los últimos años.

¡Árbitro, la hora!

Si creía que el Barça ganaría todos los partidos como sus prodigiosos antecesores, deberá saber (lo va aprendiendo) que igual toca ganarlos como los ha ganado siempre el Real Madrid, con coraje, determinación, fe, intensidad y algún que otro penalti, lo sea o no (yo creo que el de ayer, lo era), pidiendo la hora (en el 93.25 Piqué se tocó sus sienes con los dedos índices pidiendo cabeza y Setién exigió no salir tan rápido en el 94.12) y celebrando la victoria ante una sensacional Real Sociedad como si fuese la Champions.