La jornada reivindicativa del 8-M

Todos deberíamos ser feministas

Gracias a todas estas mujeres que, un día, se pusieron unos pantalones o una minifalda y tuvieron la valentía de salir a la calle. Votar, estudiar o abortar. Todo se lo debemos a ellas

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Imma Sust

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Feliz Día internacional de la mujer. Trabajadora o no. Luchadora o no. Con vagina o sin. Votante de Vox o de la CUP. Mujer o hombre. Sí, hombre. Creo que ha llegado el momento de gritar bien alto a favor del género que te ha parido. Da igual si eres adoptado, te ha educado tu abuela o si tienes dos padres con un pene cada uno. Todos, absolutamente todos, nos gestamos en un útero femenino y luego salimos al mundo a través de una vagina. Ese hecho no tendría que hacer dudar a nadie sobre la importancia del género femenino.

Objetivamente, ser mujer es una marca de valor que está subiendo como la espuma. Lo que no entiendo es por qué ha tardado tanto. ¿Por qué esta subida tan lenta pero constante, desde hace millones de años? La fuerza física, supongo. Pero eso ya no es así. No quiero escribir hoy de todo lo que nos falta. Eso lo sabemos de sobra. Quiero hablar de esa subida. De ese valor al alza. Somos como unas acciones del Ibex que, aunque no valían nada en un principio, su tendencia siempre es hacia arriba, y su valor más alto lo encontramos en este 8 de marzo del 2020. Mañana valdrán más, y confío en que llegará el momento en que nos olvidaremos de esta fecha y todo será normal.

En estos últimos años, las mujeres hemos salido del armario en todos los aspectos. Empezando por nuestro clítoris. Sí. Las mujeres nos masturbamos y el juguete más vendido estas navidades en el mundo ha sido un succionador de clítoris. ¡Una revolución! Por si a alguien le queda alguna duda, les diré que el clítoris es el mayor órgano sexual que existe, que solo sirve para recibir placer y que nunca envejece. El placer femenino grita los orgasmos sin miedo. Luego, estamos a tope defendiendo nuestros derechos. Ya no nos callamos. Si vemos a un tipo sentado con las piernas abiertas en el bus, le llamamos la atención. Si un desconocido nos llama “guapa” por la calle, no nos gusta. Las chicas jóvenes saben que pueden tener una pareja amorosa o sexual, pero que son libres y que su cuerpo no le pertenece a nadie.

Nadie es más que nadie

El lenguaje también está cambiando. Intentamos no relacionar a las personas con el género. Las cosas divertidas no tienen por qué ser cojonudas ni las malas un coñazo. Pon los ovarios encima de la mesa aunque no los tengas. Si eres mujer y estás al mando, demuestra que se pueden hacer las cosas de otra forma. No hace falta, ni es una buena idea, imitar el modelo masculino heredado de la educación heteropatriarcal. Aquel jefe que chilla y es agresivo ya no se lleva. Busca lo positivo en los demás y no le pidas a la gente lo que no puede dar. Bajas de paternidad, directoras de cine, columnistas y hombres feministas. Cada vez, por suerte, son más. Ríete de los que te llaman feminazi o intenta, aunque cueste, hacerles entender que están en un error. Aceptar que hay mucho machismo interiorizado y que de nada sirve atacar a hombres y mujeres mayores, que han hecho lo que han podido con las armas que les han dado. Sonreír cuando un niño viste de princesa y sonreír cuando viste de Darth Vader. Da igual. Cocinas tú, cocino yo y cocinamos todos. Otros prefieren limpiar. Nadie es más que nadie en casa. Solo el que está enfermo no se levanta de la mesa.

"Cuanto más fuerte se siente obligado a ser un hombre, más debilitado queda su ego"

Y eso es así gracias a ellas. Esas mujeres luchadoras y perseverantes que no se han rendido jamás. También esos hombres que han estado a su lado. Gracias a ellas, hoy podemos trabajar, estudiar, decidir sobre nuestro cuerpo, ser madres, no serlo, practicar sexo con más de una pareja, llevar pantalones o llamar a la Policía si tu marido te pega. Eso antes no se podía hacer. Y tenemos que dar las gracias a todas estas mujeres que, un día, se pusieron unos pantalones o una minifalda y tuvieron la valentía de salir a la calle. Votar, estudiar o abortar. Todo se lo debemos a ellas. Las primeras feministas. Mujeres fuertes como Rosa Parks que se negaron a agachar la cabeza aunque les costara la cárcel, o activistas como Stormé DeLarverie, la lesbiana que encendió la mecha en la revuelta del bar Stonewall en Nueva York. Juana de Arco, Virginia Woolf, Marie Curie, Frida Kalho, Eva Perón o Madonna. Flora Tristán, Clara Zetkin, Emmeline Pankhurst, Simone de Beauvoir o Indira Gandhi. ¡Gracias a todas!

Y acabo con una mujer llamada <strong>Chimamanda Ngozi Adichie</strong>. Escritora, novelista y dramaturga nigeriana. Autora de un brutal discurso que dio en el 2013 sobre el significado de ser feminista en nuestro siglo XXI. Está publicado y se llama 'Todos deberíamos ser feministas'. Es una maravilla. Les dejo con una de las muchas frases que tengo subrayadas: “Lo peor que le hacemos a los niños, a base de hacerles sentir que tienen que ser duros, es dejarlos con unos egos muy frágiles. Cuanto más fuerte se siente obligado a ser un hombre, más debilitado queda su ego. Y luego les hacemos mucho más daño a las niñas, porque las criamos para que estén al servicio de esos frágiles egos masculinos”.