Al contrataque

Héroes de lo cotidiano

Son refugio hasta que ayudan a desvivir y a sucumbir en la nube barbitúrica. Ayudan a desnacer. Son el personal sanitario en todas sus ciencias, jerarquías y benignidades

Trabajadores del Hospital Clínic de Barcelona se protegen ante el coronavirus en su labor diaria

Trabajadores del Hospital Clínic de Barcelona se protegen ante el coronavirus en su labor diaria / periodico

Xavier Sardà

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La mitología de la antigua Grecia estaba llena de grandes héroes que se cargaban monstruos espantosos, luchaban contra ejércitos enteros y amaban mujeres hermosas. Que si Aquiles, que si Hércules, que si Ulises o Prometeo… Hoy en día, nuestros héroes van vestidos de blanco, de azul o de verde. Son el personal sanitario y no están en el Olimpo.

Les imagino solos y a la vez unidos. Están en el inconsistente dique de contención entre el exitus y el amparo. Están en el rompeolas de la ventura, del acaso o de la fatalidad. Están siempre conjugando gloria y perdición. Son refugio hasta que ayudan a desvivir y a sucumbir en la nube barbitúrica. Ayudan a desnacer. Son el personal sanitario en todas sus ciencias, jerarquías y benignidades.

Tenemos médicos y sanitarios en cuarentena y el virus se quiere indómito. Tienen coraje, y la inmensa mayoría derrochan esa especial mezcla de noción filantrópica y de valor temperamental… esa mezcla de razón cotidiana y de sobria compasión. Acecha la borrasca y la capearán como solo ellos saben hacerlo, encarando la galerna y dejándose llevar por las horas, los días y sus noches. Ellos saben como nadie que la vida es corta, pero que la noche es larga.

De la impotencia, virtud

Solo los que han vivido experiencias hospitalarias intensas con familiares y amigos pueden valorar en su justa medida el tacto y la prestancia de muchos profesionales de la sanidad. Los mayores recuerdan cuando la mortalidad del sida era del cien por cien y nada se podía hacer para salvar a tanta gente joven. No se les podía salvar, pero se les podía respetar, acompañar e incluso se les podía brindar levísimas esperanzas. Muchos médicos y sanitarios hicieron de la impotencia, virtud.

El virus de ahora es completamente distinto y sin duda menos devastador. En estos días aciagos no sabemos si estamos atónitos o asustados. ¿Cómo se sabe si uno está más atónito o más asustado? En realidad, es muy difícil determinarlo por la naturaleza misma de ambos estados que, eso sí, derogan nuestra concentración. Imaginemos el planeta observado a distancia y preguntémonos si hay más atónitos o más asustados. No hay ni ciencia ni conciencia que lo pueda mesurar.  

Se hará lo que se pueda y la contienda será ardua, pero sin duda la inmensa mayoría de los ciudadanos sanará con el trabajo de nuestros héroes de blanco, azul y verde. Los menos se irán. Serán los menos. Pablo Neruda: “Yo veo, solo, a veces, ataúdes a vela zarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas, con panaderos blancos como ángeles, con niñas pensativas casadas con notarios, ataúdes subiendo el río vertical de los muertos, el río morado, hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte, hinchadas por el sonido silencioso de la muerte”.