En vísperas del 8-M

Hermanas, lo estamos haciendo mal

Las feministas estamos enfadadas, ofendidas y molestas entre nosotras, equivocando el que debiera ser nuestro objetivo compartido y mermando el más grande de nuestros valores: la sororidad

Manifestación del 2019 por el 8-M.

Manifestación del 2019 por el 8-M. / periodico

Olga Ruiz

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Las feministas estamos enfadadas, ofendidas y molestas. Normal, tenemos motivos para que así sea y la indignación es el alimento necesario para una <strong>rebelión </strong>que continúa siendo imprescindible. Pero, lamentablemente, las feministas estamos enfadadas, ofendidas y molestas entre nosotras, equivocando el que debiera ser nuestro objetivo compartido y mermando el más grande de nuestros valores: la sororidad.

Sin amor, respeto y unión entre nosotras no vamos a ninguna parte, y ese 'ninguna parte' es el limbo idílico en el que nos quieren ver los que no nos soportan.

¿De verdad nuestra lucha gira en torno de quién es más y mejor feminista? Feministas somos 'todxs' y la dimensión de esta obviedad pretende ser en realidad una crítica: en el momento en el que convertimos el feminismo en una suerte de 'starsystem' pontificador, en un club de élite que se retroalimenta en multitud de actos, charlas y retuits, algo estamos haciendo mal, algo que además criticamos a menudo. Yo lo llamo 'feminiclasismo'.

Liderazgo compartido

El feminismo necesita un <strong>liderazgo compartido</strong>, constructivo e integrador, y no familias influyentes agrupadas en función de sus filias, fobias y fama, esta última la más banal de las hermandades. Visibilidad sí, toda. Exclusividad no, ninguna. El concepto 'feminista conocida', 'feminista célebre', 'feminista famosa' nos acabará engullendo. La endogamia limita y empequeñece, justo lo contrario de lo que necesitamos.

Solo hace falta que hagamos una fotografía de lo que hemos vivido en las numerosas concentraciones de los últimos<strong> 8-M</strong>. En cada una de las ciudades y los pueblos -sí, también existe el feminismo rural- las mujeres y hombres feministas que llenamos las calles no somos teóricos, ni eruditos pero sabemos lo que queremos y luchamos juntas y al unísono por una igualdad que sigue sin llegar, por unos derechos que llevamos demasiado tiempo exigiendo. Por supuesto, también nos queremos vivas y lo gritamos alto y fuerte. Feminismo es mi madre y tu abuela que lucharon titánicamente para conseguir pequeñas libertades, feminismo es tu hija adolescente que tiene claro que solo sí es sí y tu sobrina 'trans' que tiene el mismo derecho que yo a ser y sentirse mujer. Pero mi madre y tu abuela ni se reúnen con ministras ni son TT en Twitter.

Volvamos a nuestros orígenes, pensemos y repensemos quiénes somos y de dónde venimos;  es en el origen de este difícil camino donde encontraremos a nuestras referentes, no nos olvidemos de ellas; el feminismo tiene que volver la vista atrás para admirarlas y reconocerlas las veces que haga falta. Reivindiquemos el feminismo anónimo, el de tantas mujeres y hombres que desde la parcela de vida que les ha tocado luchan por todas nosotras sin platós, púlpitos ni retuits, sin que nadie les dé las gracias públicamente, y, por último, hagamos autocrítica, no siempre -como todo en esta vida- la culpa es de los demás, llevamos un tiempo haciéndolo mal y reconocerlo es el primer paso para ponerle remedio.

El feminismo o es inclusivo o no será. Nos vemos en las calles, hermanas.