Congreso del partido naranja
El futuro de Ciudadanos, con interrogante
Lo ocurrido en el partido es llamativo por su funcionamiento hipercentralizado y jerárquico, lo cual no solo ha agudizado sus déficits democráticos, sino que le ha supuesto un importante freno para su desarrollo organizativo
“Cuanto más nos contradecían los hechos, más nos empecinábamos en ignorarlos”. Son palabras de Xavier Pericay, filólogo, escritor y exportavoz del partido naranja en Baleares. El suyo es un caso interesante, porque fue uno de los intelectuales que fundó Ciudadanos en el 2005 pero cuyo salto a la política profesional no se produjo hasta el 2015, coincidiendo con el auge y la caída del partido. Ahora ha relatado esa experiencia en '¡Vamos? Una temporada en política', en el que explica el desplome del partido básicamente por culpa de la soberbia de Albert Rivera que, blindado por una estructura interna basada en la adulación al líder, despreció las críticas hacia su empecinada estrategia suicida.
Hipercentralizado y jerárquico
Para el dimisionario dirigente, el objetivo de Cs ya no era ser una formación bisagra de centro liberal, capaz de pactar con unos y otros, sino relevar al PP en la derecha. Aunque en general los partidos no son organizaciones donde resplandezca la democracia interna, lo ocurrido en Ciudadanos es llamativo por su funcionamiento hipercentralizado y jerárquico, lo cual no solo ha agudizado sus déficits democráticos, sino que le ha supuesto un importante freno para su desarrollo organizativo. En el caso de Catalunya, donde en el 2017 ganó las elecciones autonómicas, sorprende tanto su baja cifra de afiliados, no más de 2.400 (cuando por ejemplo el PSC, que es el partido con más militantes, dispone de 14.000), como su reducida implantación territorial.
Tras la marcha de Rivera, Cs está inmerso en un proceso de renovación orgánica que tiene este fin de semana un momento crucial con la elección de una nueva dirección mediante primarias en las que se enfrentan dos listas, la continuista que encabeza Inés Arrimadas, portavoz en el Congreso, y la renovadora de Francisco Igea, vicepresidente de la Junta de Castilla y León, quien siendo miembro de la ejecutiva nacional discrepó de la decisión del veto a pactar con los socialistas que propugnaba el aparato.
Si hemos de guiarnos por el resultado de las votaciones que ha habido recientemente para elegir a los compromisarios que asistirán al congreso del partido, cónclave que se celebrará a mediados de marzo para aprobar la ponencia organizativa y la estrategia política, parece que Arrimadas logrará hacerse con la presidencia. Hay malestar entre la militancia de Cs, pero también mucha apatía y desorientación, lo que favorece la victoria de la candidatura continuista. Solo un aumento sustancial de la participación podría dar el triunfo a Igea.
Incierta supervivencia
El título del libro de Pericay juega con el lema que utilizó Rivera en las elecciones generales ('¡Vamos! Ciudadanos'), pero poniéndole un interrogante al final (¡Vamos?). Es una variación muy oportuna, porque la supervivencia de los naranjas no está asegurada. La estrategia de Arrimadas parece la continuación de la política de Rivera de pactar con PP y Vox en todos los sitios posibles, solo que ahora orientada a buscar la fusión electoral con el partido de Pablo Casado con el argumento de la unidad del centro derecha constitucionalista. Es cierto que la debilidad electoral de Cs no le deja muchas alternativas en territorios donde no obtendría representación. En este sentido, el acuerdo con el PP en el País Vasco para las elecciones de abril le abre la puerta a tener algún diputado autonómico, aunque al precio de trasladar la imagen de una absorción y de aceptar un candidato como Carlos Iturgaiz, impuesto por Casado tras la renuncia de Alfonso Alonso, que busca abiertamente representar al votante de Vox.
En política, como casi todo en la vida, no tiene mucho sentido llorar por la leche derramada, pero es imprescindible hacer autocrítica y ofrecer una explicación creíble de los errores cometidos. Arrimadas, que secundó hasta el final la posición de Rivera, todavía no lo hecho y sigue refugiándose en la crítica al sanchismo. Igea, en cambio, es consciente de la oportunidad perdida que para su formación y la política española supuso desaprovechar un escenario de colaboración con los socialistas tras las elecciones de abril pasado en las que Cs obtuvo 57 diputados.
Ahora bien, el futuro del partido naranja se juega en lo que vaya a hacer en adelante, concretamente en lo que hará con su representación en el Congreso que, aunque escasa, solo 10 diputados, podría ser decisiva en un escenario parlamentario tan fragmentado. Si opta, como parece lo más probable, por seguir en la trinchera junto al PP y Vox,, se encamina hacia la desaparición (por absorción o extinción). Cs todavía está a tiempo de buscar un perfil propio, sobre todo si en algún momento Sánchez pierde el apoyo de ERC.
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