Perspectivas del partido naranja

Ciudadanos después de Rivera

Con la incógnita catalana, de la mano de Iturgaiz en Euskadi y con el peaje de Vox en Madrid, Andalucía y Murcia, Arrimadas tiene escaso margen para salir del carril en el que Rivera metió a Cs y que puede desembocar en diluirse en el PP

La portavoz de Cs en el Congreso, Inés Arrimadas, durante la presentación de su campaña

La portavoz de Cs en el Congreso, Inés Arrimadas, durante la presentación de su campaña / periodico

Carmen Juan

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La misma semana que Ciudadanos enfrenta sus primarias más cruciales para decidir nuevo liderazgo y su futuro político, Albert Rivera reaparece, casi cuatro meses después, en una rueda de prensa 'chupiguay' para explicar que ha encontrado trabajo. Vaya chasco si alguien esperaba análisis, autocrítica o inspiración, a solo cinco días de la votación para escoger entre Inés Arrimadas o Francisco Igea. Si sobrevivir a un hiperliderazgo es difícil para una formación política, también lo es que la militancia apoye una candidatura continuista para superar un fracaso y más si es tan tremendo como el de pasar a la irrelevancia, después de haber rozado un 'sorpasso' a la derecha o de haber tenido la oportunidad de entrar en un gobierno y tener una vicepresidencia. Dice Arrimadas que "Ciudadanos está vivo" y el último CIS le aprecia una ligera mejoría de dos puntos por encima de los resultados de noviembre, pero puede ser la supuesta mejoría antes de la muerte que tienen los enfermos terminales.

Arrimadas consiguió respiración asistida al negociar coaliciones electorales con el PP, pero la jugada le salió un poco rana. En Galicia, Núñez Feijóo dijo que no, y los sondeos dicen que Cs podría seguir sin entrar en el Parlamento gallego. En Euskadi, Alfonso Alonso dijo no y a él le ha costado el puesto, pero Cs se ha visto uniendo su destino al de Carlos Iturgaiz, un candidato relegado hace años por el PP y cuyas primeras palabras fueron una declaración de amor a Vox y a su líder, Abascal. Flaco favor le hace a Cs una candidatura en Euskadi que representa lo más alejado a la regeneración y moderación de la que Arrimadas hace bandera. Queda pendiente la coalición electoral con el PP en Catalunya, donde Cs ha sido incapaz de mantener el capital político de haber ganado las últimas autonómicas.

Con la incógnita catalana, de la mano de Iturgaiz en Euskadi y con el peaje de Vox en Madrid, Andalucía y Murcia, Arrimadas tiene escaso margen para salir del carril en el que Rivera metió a Cs y que puede desembocar en diluirse en el PP. Arrimadas clama "de absorción, nanay" pero la sola mención ya lo hace verosímil. Francisco Igea cuenta con capitalizar el descontento de las bases para disputar a Arrimadas el puesto. El vicepresidente de Castilla y León ya tiene práctica en enfrentarse al aparato en primarias. Lo hizo hace un año cuando se presentó in extremis para evitar que saliera Silvia Clemente, la candidata fichada por Albert Rivera, una histórica del PP en Castilla y León, involucrada en casos de corrupción y que dejó a los populares para meterse en Cs. Fueron las primarias del pucherazo que acabó con la carrera política de Clemente y disparó la de Igea.

De momento, Arrimadas ha logrado arrasar con los compromisarios, 277 frente a los 21 de Igea, pero la votación del presidente del partido el próximo fin de semana es por sufragio universal de todos los militantes. Está en juego recuperar el proyecto de ser el partido bisagra de centro liberal para arrinconar al nacionalismo, o dejar un bonito cadáver, después de vivir rápido y morir joven.