Guerra y paz en Afganistán

La delegación de los talibanes con su líder , el mulá Abudl Salam Zaeef (derecha), en Doha.

La delegación de los talibanes con su líder , el mulá Abudl Salam Zaeef (derecha), en Doha. / periodico

RAFAEL VILASANJUAN

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El conflicto en activo donde las tropas de EEUU llevan mas tiempo batallando puede estar a punto de terminar. El acuerdo entre el Gobierno de Donald Trump y los talibán debería ser un primer paso. Pero, aunque en principio parezca una magnifica noticia, por un lado tal vez no sea suficiente, por otro puede que no sea aceptado por todos los afganos.

Lo fácil sería criticar al presidente estadounidense. Es un acuerdo con una milicia radical a la que EEUU quería derrotar y no lo ha conseguido. Las conexiones con Al Qaeda, por un lado y con el Estado islámico por otro, habían llevado a los talibán a la lista de organizaciones terroristas. Fueron los que escondieron a Osama bin Laden, cuando mandaban y los que han hecho imposible el esfuerzo de la comunidad internacional por conseguir un gobierno representativo en Kabul.

Sin embargo, esa guerra que empezó tras la caída de las torres gemelas en 2001, puede acabar casi dos décadas después con un acuerdo de paz. En principio hay que celebrarlo. A pesar de que las políticas de Trump sean tan caprichosas como imprevisibles, el acuerdo pone sobre la mesa algunos de los asuntos que hemos venido repitiendo en torno a esta guerra sin fin.

El Gobierno de Kabul no cuenta

El primero es que la única forma de devolver a los soldados norteamericanos a casa pasaba por pactar con el enemigo. Pero al mismo tiempo pone de manifiesto que por mas que se haya intentado, esta guerra no era tanto entre afganos, como principalmente entre los talibán y EEUU.  Por eso ahora se firma entre las dos partes contendientes sin tener en cuenta para nada al gobierno de Kabul.

De poco han servido los miles de millones invertidos en reconstruir el país, ni las vidas perdidas de los casi 2500 soldados americanos desde que empezó el conflicto. Una muestra más de la facilidad con que los gobernantes acaban entregando vidas ajenas a objetivos políticos incomprensibles.

Si a los talibán se les hubiera reconocido como el gobierno oficial de Afganistán en el año 2000, es probable que nos hubiéramos ahorrado mucho sufrimiento inútil, desde el atentado del 11 de Septiembre a la posterior invasión del país. Eso sí, hubiera significado aceptar un gobierno tribal y salvaje; unas milicias que someten a la mujer y la relegan a un papel residual, sin acceso a la educación, sin derechos básicos como la posibilidad de separarse de un marido o denunciar a un violador; una guerrilla islámica que no acepta la disidencia y que proponía mantener a su población bajo relaciones feudales.

¿Ha cambiado algo? Ni entonces, ni ahora, los talibán han sido una milicia homogénea. Puede que los que firmen ahora parezcan algo mas moderados, pero los radicales seguirán presentes y su intención de controlar todo el país ahora está validada por quienes han mantenido durante casi 20 años a un gobierno marioneta. Por eso aunque el acuerdo parece necesario, se hace difícil saber si el acuerdo es el inicio de la paz en Afganistán o si regresa a un pasado de guerra infinita.