EL TABLERO CATALÁN

¿Cómo se atreven? (Mas y Puigdemont)

La movilización de Perpinyà fue el primer acto del 'Partido del 'president'

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Andreu Claret

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Ha sido la semana de Artur Mas y Carles Puigdemont. El primero ha presentado su libro en olor de multitud y el segundo se ha dado un baño de masas en Perpiñán. ¿Casualidad? No tanto. Todo vale para intentar reanimar el cadáver de la antigua Convergència y para ganar la batalla por el liderazgo de la derecha nacionalista. Escribir un libro sobre el 'procés' que pasará a la historia como un ejercicio de amnesia, o llamar a la lucha final en Perpinyà, después de calentar la platea con el 'Bella Ciao' y Clara Ponsetí como telonera estelar. Para lograr su objetivo, Puigdemont y Mas parecen dispuestos a recurrir, sin ambages, a un concurso de artimañas que la parroquia aplaude a falta de otros logros.

Todo vale. Para Puigdemont, citar el paso de Antoni Rovira Virgili por Perpinyà, a principios de 1939, camino del exilio. Conozco el tema porque mi padre estaba entre los 450.000 españoles que vivieron aquella tragedia, entre ellos, unos 100.000 catalanes. Dos o tres años más tarde, él terminó interrogado por la Gestapo, en el Castellet de Perpinyà, por su relación con el maquis francés, mientras Puigdemont ha sido recibido por autoridades locales ataviadas con la banda tricolor. ¿Como se atreven a hacer comparaciones? Pero volvamos a Rovira Virgili, al que Puigdemont instrumentaliza impúdicamente. Debiera leer su espléndido libro sobre los últimos días de la Catalunya republicana. Hubiera descubierto que él también las pasó canutas en Perpinyà donde llegó sin hacerse fotos en la Puerta de Catalunya, sino tras pasar una barrera de soldados senegaleses –‘del color del chocolate, con el fez rojo y el capote del color del aceite’, dice, con el lenguaje de la época–, y con la incertidumbre de sí les iban a mandar al campo de concentración. Para no caer en las comparaciones fáciles, a Puigdemont le conviene volver a Rovira Virgili, pero sin dejarse nada. Por ejemplo, cuando éste reflexiona sobre el periodo republicano y concluye que ‘poníamos el deseo en el lugar de la realidad, y vivíamos, políticamente, en un mundo imaginario’. 

El 'todovale' de Mas

Para Artur Mas, todo vale. Utilizar su 'comeback' literario para justificar la deriva independentista de Convergència y la suya propia, como si ésta pudiera entenderse desde dentro de la burbuja del 'procés'. En 382 páginas, nada hay sobre la corrupción que asoló el mundo convergente, acabó con el partido y forzó una huida hacia adelante que dividió Catalunya. Sólo una referencia a la confesión de Pujol como "un asunto privado". Suerte que la justicia ha decidido prorrogar un año las investigaciones sobre el 3% porqué, de lo contrario, el libro hubiese coincidido con un juicio que puede resultar demoledor para los gobiernos de Jordi Pujol. En el libro, nada sobre una corrupción que no viene de la voracidad de Millet, sino de los años ochenta, cuando quedó mal cerrado el 'caso Banca Catalana'.

Para un hombre como Mas que lo fue todo en la Generalitat, todo vale. Por ejemplo, asistir impertérrito al mitin de Perpiyà sin decir ni mú cuando Ponseti felicita a los CDR que intentaron incendiar la plaza de Urquinaona sin conseguirlo gracias a la actuación de los Mossos. O aguantar la filípica de la exconsejera contra la mesa de diálogo, contra todos los partidos, y su desabrido canto al populismo, en una intervención que fue la más aplaudida. Si uno intenta comprender el Síndrome de Estocolmo que tiene Mas con el independentismo más aguerrido encontrará una piadosa explicación: "siempre he sido partidario del binomio movilización-urnas" (sic).

Efectivamente, la movilización de Perpinyà fue el primer acto electoral de ‘El partido del President’. Éste y no otro era el sentido de la concentración. De ahí los silbidos a Esquerra y la puya de Puigdemont citando a Junqueras junto al nombre del rapero Valtonyc. Sin embargo, la pregunta es si Perpinyà servirá, pese a su éxito de convocatoria, para llenar las urnas de los antiguos convergentes. Mucha gente, independentista o no, debe estar haciéndose aquella pregunta de Greta Thunberg en la ONU: 'How dare you?' ¿Cómo os atrevéis? Dicen las crónicas que Puigdemont estuvo desangelado y es cierto. ¿Por qué estuvo triste el 'president?' ¿Por qué prefirió hablar de Assange en vez de meterse con Junqueras? ¿Por qué no cargó contra la mesa de negociación como le pedía el respetable? Puede que intuya que esta estrategia no acaba de funcionar. Con el ruido de Mas y su libro. Con el 'Bella Ciao'. Con Torra como convidado de piedra. Con apelaciones utópicas a la lucha final. Con la CUP a lo suyo. Y con las encuestas que revelan voluntad de diálogo. En España y en Catalunya.