Al contrataque
Perpinyà, Bélgica y el mundo
Hay una notable contradicción entre el clima político de Perpinyà y la mesa de negociación sobre Catalunya, es como estar en misa y repicando
Xavier Sardà
Periodista
Es licenciado en Ciencias de la Información, con una amplia trayectoria en radio y televisión. Su actividad se centra actualmente en tertulias de carácter político.
Xavier Sardà
Tal como están las cosas y en los tiempos que corren, no descartemos que se tenga que suspender la mesa de diálogo por aglutinar demasiada gente en un espacio cerrado. Los medios independentistas la llaman la mesa Catalunya-España. De ilusión también se vive. Es la mesa de gobiernos. Lo único que, del lado 'indepe', Quim Torra también ha invitado a algunos amigos de Carles Puigdemont. Son independientes del Gobierno 'indepe'. Soberanistas al cuadrado, vamos. Si Pedro Sánchez hubiese sabido que esto valía, quizá habría invitado a Jorge Javier Vázquez. La mesa va para largo, dicen. Enorme promoción para el soberanismo, a pesar de sus imputaciones y sus feroces divergencias, y promoción también para la derecha española y sus feroces divergencias con Sánchez. Para el presidente, no se sabe.
Bueno, vamos a lo que vamos, que es Perpinyà. Seiscientos autocares, trenes especiales y quinientas caravanas. Ha sido un verdadero éxodo hacia la tierra prometida. Moisés libero a los hebreos, y esa marcha forma parte del canon del cristianismo. El principal propósito del 'Éxodo' es mantener vivo en la memoria del pueblo hebreo el relato fundacional como nación. Todo ello sin autocares ni 'caravaning'.
España, un Egipto tiránico
España es para los muchísimos asistentes a Perpinyà como un Egipto tiránico. Claro que cuando van al Liceu a ver 'Aída', los egipcios son los buenos y los etíopes los malos. Así son las cosas.
El caso es que hay una notable contradicción entre el clima político de Perpinyà y la mesa de negociación. Es como estar en misa y repicando. Cara a Europa, lo de 'sit and talk' se da por hecho. Están sentados y hablando. Cada uno para los suyos, pero hablando.
Algún barcelonés malicioso podría dar la idea de que a partir de ahora las manifestaciones soberanistas sean siempre en la Catalunya Nord y que los que cortan la Meridiana, corten la entrada de la capital del Rosselló.
Lo de Perpinyà ha sido un éxito indudable. Ocurre sin embargo que el independentismo considera que Europa y el mundo están pendientes de nosotros. No es exacto. ¿Cuánta gente en Europa sabe que Bélgica no tiene Gobierno? Bruselas ostenta el título de Capital Europea y lo es de un país que vive una crisis política extraordinaria.
En diciembre del 2018, el NVA (los derechistas que acogen a Puigdemont) sale del Gobierno porque no acepta el pacto global sobre emigración de la ONU. Se forma un Gobierno interino y en mayo del 2019 se celebran elecciones. No hay Gobierno. El rey belga elige a políticos que fracasan. Las entrevistas con los líderes de los partidos políticos son de un pesimismo total sobre el futuro del país. Bélgica, de nuevo en el abismo porque en unas nuevas elecciones puede ganar el Vox flamenco. Los belgas deben creer que el mundo les mira. Nanay. Tomen nota.
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