¿Un acuerdo de paz o una rendición?

EEUU ha firmado la paz con los talibanes ante la imposibilidad de ganar la guerra en Afganistán

El enviado especial de EEUU, Zalmay Khalilzad, y el líder político talibán, Mullah Abdul Ghani Baradar, firman el acuerdo de paz, este sábado en Doha

El enviado especial de EEUU, Zalmay Khalilzad, y el líder político talibán, Mullah Abdul Ghani Baradar, firman el acuerdo de paz, este sábado en Doha / periodico

MARTA LÓPEZ

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Estados Unidos ha firmado un acuerdo de paz con los talibanes que no forzosamente va a llevar la paz al torturado Afganistán. Ello puede tardar todavía porque depende del pacto al que lleguen a partir de ahora en unas díficiles negociaciones el Gobierno afgano y los talibanes, un movimiento islasmista radical al que el acuedo de Doha ha dado una legitimidad internacional que nunca antes tuvo. 

Lo que ha hecho en Doha la Administración de Donald Trump es pactar con los talibanes la salida de sus tropas de Afganistán, tras 19 años de una sangrienta guerra que ha visto que jamás podrá ganar, que ha devastado al país y causado la muerte a entre 32.000 y 60.000 civiles afganos, según la ONU, y a más de 1.900 militares estadounidenses. Lejos de estar derrotados y pese a las notables pérdidas sufridas durante este larguísimo y encarnizado conflicto, los talibanes controlan o disputan actualmente al Gobierno afgano  casi la mitad del territorio, casi todo zonas rurales mientras que se les escapan las grandes ciudades. 

Le llaman acuerdo de paz pero bien le podrían llamar capitulación o rendición porque Estados Unidos entró en guerra en Afganistán para acabar con los talibanes, cuando estos después de los terribles atentados del 11-S se negaron a entregar a Osama bin Laden. La coalición internacional que forjó el presidente George Bush consiguió desalojarlos del poder, pero no acabar con su influencia. Tampoco ha podido en 19 años de ocupación del país poner fin ni a sus accciones de guerrilla ni a sus atentados devastadores.  Los talibanes no han renunciado a la violencia y se considera un logro que hayan aceptado reducirla. 

Un régimen atroz

Ahora se les reconoce como interlocutores y se les refuerza a la hora de diseñar el futuro del país, olvidando lo que representó ese régimen atroz durante los cinco años en que estuvo al frente del  «el emirato islámico de Afganistán» (1996-2001) y aplicó la versión más brutal de la 'sharia' o ley islámica:  mujeres privadas de todo derecho fundamental (escolarizarse o trabajar, por ejemplo), hombres obligados a llevar barba, música prohibida, lapidaciones, amputaciones, ejecuciones públicas...

Robert Malley, presidente del International Crisis Group, comentaba ayer al respecto de esta paz que «ningún acuerdo es perfecto». Y aunque eso es tan cierto  como que muchas veces hay que negociar con el enemigo para avanzar, tener que pactar con quienes violan los derechos más fundamentales sabe más a fracaso que a otra cosa.