EL CIERRE

¿Qué les pasó a los Warriors?

Stephen Curry celebra con sus compañeros una buena acción en los días felices de los Warriors.

Stephen Curry celebra con sus compañeros una buena acción en los días felices de los Warriors. / periodico

Antoni Daimiel

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Llevo meses teniendo que elaborar respuestas a una cuestión recurrente consecuencia de ese adn cultural-deportivo de raíces latinas, tan nuestro: ¿Qué le pasa a los Warriors? Mucha gente no tiene tiempo para desentrañar fenómenos así con cierto rigor. Quizás ni les resulte necesario. El gran público quiere soluciones de whatsapp, frases cortas para la consecuencia sin atención a la causa. En este caso no se percataron de que perder a cuatro de tus cinco mejores jugadores en un equipo de baloncesto puede resultar letal, apocalíptico que diría Piqueras.

La vida actual es arriesgada, inundada de mensajes tan cortos como contundentes, porque toda explicación unimembre corre el riesgo de implosión. En la historia de España se resumieron ocho siglos con una sola palabra: Reconquista. Y ahora viene el historiador hispanista Henry Kamen a colapsar nuestro conocimiento y reventar los libros que nos instruyeron, afirmando que la reconquista no existió, que no hay campaña militar en la historia de la humanidad que haya durado tanto.

Los Warriors del cuarto lustro del presente siglo serán recordados como uno de los mejores colectivos de la historia del baloncesto. Y cinco años, en la NBA, son demasiados para una dinastía. Tan dioses y tan ateos, jugaron cinco finales seguidas de la NBA, ganaron tres títulos y completaron el mejor récord de victorias-derrotas en la historia de la liga (73-9). Redistribuyeron espacios en la pista como un experto decorador de interiores teniendo casi, en su mayoría, materiales de exterior, y les otorgaron a jugadores como Curry Durant currículum para pertenecer, de frente y por derecho, al olimpo de este deporte.

Golden State Warriors ha tenido que disponer esta temporada de una mayoría de subalternos, "aspiracionales" como les llamaría algún gurú publicitario. Jugadores aspirantes a hacerse un sitio en una liga que acoge alrededor de 400 cada año. Y su intención es reconstruir un equipo campeón de inmediato, como si un hospital situara el tanatorio y el paritorio en la misma planta. Así lo aconsejan las edades de las estrellas que permanecen: Curry cumple 32 años y Green 30 en unos días mientras que Klay Thompson ya alcanzó también las tres décadas. Tampoco hay que olvidar que habían festejado su éxito con el traslado desde Oakland a San Francisco y hace poco más de cuatro meses estrenaron un pabellón que, debido a la nueva política de precios, dejó fuera a un 30% de sus abonados.

El establecimiento en la capital tecnológica mundial y tan cerca de Silicon Valley, la meca del emprendimiento, va a presionar a los dueños de los Warriors para edificar inmediatamente un equipo capaz de volver a hacer historia. Y la propia historia nos dice que una aspiración como esa resulta cercana a lo inalcanzable, por mucho que intenten reclutar a Giannis Antetokounmpo, a Joel Embiid o a Ben Simmons, siempre en dependencia de la crisis o el fracaso de otros.

Si alguien les pregunta acerca de los Warriors, díganle que se sienten un buen rato y escuchen. Que un equipo de leyenda haga en cuestión de meses la segunda peor temporada de sus 74 años de historia tiene una lógica explicación.