Elecciones generales en Israel

Incondicionales vs hartos de 'Bibi'

Durante la campaña electoral, el Likud de Netanyahu y la coalición Azul y Blanco de Benny Ganz han derechizado aún más sus posturas para ir a la caza del voto ultra y colono

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Ana Alba

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Los israelís acuden a las urnas el 2 de marzo, en las terceras elecciones generales que celebra el país en once meses. Las encuestas no muestran resultados muy distintos a los de los comicios del 17 de septiembre y el 9 de abril, pero dan una cierta ventaja al partido líder de la derecha israelí, el Likud, encabezado por el primer ministro en funciones, Binyamin Netanyahu, que ha ostentado más el poder que el padre de Israel, David Ben Gurion.

Los sondeos de los canales públicos otorgan una ajustada victoria al Likud con 34 escaños en la Knéset (Parlamento israelí) sobre 33 para su rival inmediato, o 35 sobre 34. De nuevo, la partida queda en un punto muerto.

Ninguna de las dos fuerzas obtendrá los 61 escaños necesarios de los 120 de la cámara para formar Gobierno. Aunque el Likud lo tiene mejor porque cuenta con el apoyo del partido ultraderechista Derecha, que obtendría 7 escaños, y los dos ultraortodoxos, Shas y Judaísmo Unido de la Torá, cada uno con 8 asientos.

La coalición Azul y Blanco tendría el respaldo de los 10 diputados del centroizquierda de la alianza de laboristas -antaño gran formación de gobierno, ahora de capa caída-, Gesher y Meretz. Pero no contaría con los 13 o 14 escaños de la Lista Conjunta -unión de fuerzas principalmente árabes-, cuyo apoyo ha rechazado para gobernar. Tampoco pretende regalárselo la Lista Conjunta, contraria a los que abogan por anexionar las colonias de Cisjordania o aplastar a los gazatís.

Faltará saber con qué pie se levantará Avigdor Lieberman, líder del partido de ultraderecha laico Israel Nuestro Hogar. Ha aseverado que no exigirá la formación de un Ejecutivo de unidad ni apoyará uno del Likud, pero es probable que acabe vendiéndose al mejor postor.

Durante la campaña, tanto el Likud como Azul y Blanco se han mostrado a favor del llamado 'Acuerdo del Siglo', el plan de paz de Donald Trump para Oriente Próximo que viola el derecho internacional propugnando la anexión a Israel de las colonias judías en territorio palestino ocupado.

El Likud ha dicho abrazar el plan al completo -Trump lo presentó de la mano de su amigo Netanyahu-, y Azul y Blanco lo quiere negociar con los palestinos, algo absolutamente incomestible.

Durante la campaña electoral, las dos formaciones han derechizado aún más sus posturas para ir a la caza del voto ultra y colono.

Netanyahu prometió una rápida anexión de las colonias de Cisjordania y la construcción de asentamientos que harían inviable un Estado palestino contiguo con unas fronteras anteriores a la ocupación de la Guerra de 1967.

Gantz ha presionado, además, a los pocos votantes de centroizquierda, una minoría que, a pesar de rechazar la ocupación, ha virado hacia la derecha. Los ha intentado persuadir de que, para echar a Netanyahu, lo mejor es votarle a él y dejarse de romanticismos. En estas elecciones, en las que se espera menos participación, el pulso será entre los incondicionales y los hartos de Bibi.

Campaña enconada

La campaña se ha convertido en un sinfín de insultos y ataques personales, sobre todo entre Netanyahu y Gantz, en el que se han llegado a oír sandeces que no parecen haber molestado al electorado.

Netanyahu ha afirmado que Gantz sufre problemas mentales, no tiene experiencia para proteger a Israel, aunque fue su jefe del Estado Mayor del Ejército, que Irán dispone de información comprometida sobre él, y ha intentado sacarle trapos sucios.

Gantz lo ha desmentido todo y ha alegado que Netanyahu quiere perpetuarse en el poder como el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.

Al único que le interesa ir a unas cuartas elecciones, si no es capaz de seguir gobernando, es a Netanyahu, sobre el que pesan cargos de fraude, cohecho y abuso de confianza por tres casos de corrupción.

Su juicio comienza el 17 de marzo y, mientras dure -puede ser unos años- tiene la potestad de ser primer ministro. Su problema es reunir 61 escaños. El inicio del proceso judicial y su falta de inmunidad parlamentaria pueden ser las únicas piezas que esta vez provoquen cambios.

Varios partidos podrían presionar al Likud -entre ellos, los ultraortodoxos, que necesitan nuevos presupuestos para recibir sus subsidios- y obligarlo a retirar a Netanyahu como primer ministro.

Si el Likud no cuenta con suficiente apoyo, tendrá que negociar un gobierno de unidad con Azul y Blanco, seguramente liderado por Gantz o por un 'likudnik' escogido por Netanyahu.

Tras su aplastante triunfo en las primarias del partido, el 'rey Bibi' querrá seguir moviendo los hilos y dictar las políticas a seguir. Que abandone la residencia del primer ministro en el barrio de Rehavia de Jerusalén no significa que desaparezca de la escena política.