EL LABERINTO CATALÁN

Más allá de Pedralbes

La derecha agita el espantajo de la demonización del diálogo como estrategia partidista para desgastar al Gobierno Sánchez-Iglesias

Sánchez y Torra, en los jardines del Palacio de la Moncloa, antes de la reunión de este miércoles.

Sánchez y Torra, en los jardines del Palacio de la Moncloa, antes de la reunión de este miércoles. / periodico

Gemma Ubasart

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Después de sus tira y afloja, finalmente este miércoles se reunía la esperada mesa de diálogo entre Gobierno catalán y español, contenida en el pacto entre PSOE ERC que llevó a la presidencia a Pedro Sánchez. En el comunicado conjunto hecho público a la salida del encuentro se anunciaban aspectos metodológicos: las contrapartes se emplazaban a reunirse periódicamente, acordando calendario y composición cotidiana. Pero sobre todo se apuntalaban las bases políticas de la apuesta.

En primer lugar, se especifica la constatación de "la naturaleza política del conflicto y que este requiere de una solución política". La llamada crisis catalana ya no es una simple cuestión delictiva que tenga que ser combatida mediante los tribunales, ni se puede reducir tampoco a una cuestión de convivencia, en otras palabras, a un "problema entre catalanes". En segundo lugar, también se dice que "se ha constituido la mesa bilateral de diálogo, negociación y acuerdo", por tanto, remarca la idea de bilateralidad y del hecho de no estar ante un simple intercambio de ideas o diagnósticos, sino que ambas contrapartes están conjuradas a negociar (con las consecuentes cesiones en ambas partes) y a acordar (construir una solución compartida). No es poca cosa. De momento, ya estamos más allá de Pedralbes.

Es evidente que hasta que se celebren elecciones en Catalunya y se clarifique el mapa político, pocos avances sustantivos podemos esperar. Es necesario clarificar nueva presidencia, coalición gubernamental (no me imagino ya más gobiernos monocolores) y, sobre todo, proyecto político, con sus tácticas y estrategias.

Todavía hay demasiadas variables en juego. Ahora bien, este tiempo de impase no está perdido. Avanzar en aspectos más formales no es cosa menor. Puede servir para recuperar la comunicación institucional que quedó muy maltrecha durante los hechos de octubre. También puede invertirse en empezar a reconstruir confianzas. Reconocer a la contraparte. Saber que sus ideas están construidas con argumentos tan valiosos como los propios, que pueden ser discutidos pero han de ser respetados.

Esta mesa de diálogo ha enfurecido a la derecha. Sin ir más lejos, Pablo Casado habla de humillación. El espantajo de la demonización del diálogo como estrategia partidista para desgastar al Gobierno de Sánchez Pablo Iglesias. Una vieja táctica. Ya lo hizo el PP de Mariano Rajoy con el Estatut de Catalunya para minar la presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero (aunque, paradójicamente, José María Aznar negoció con ETA cuando estaba en el Gobierno).

Punto de no retorno

Ahora bien, hay una parte del argumento de la derecha que no va descaminado. Esta mesa de diálogo constituida por actores progresistas y plurinacionales puede llevar a un punto de no retorno los planteamientos actuales de la organización territorial-nacional del Estado. Algunos protagonistas se han sentado con más ganas que otros, pero ahora todos forman parte de la mesa y están implicados en ella. El 'sit and talk' ha empezado.

Los procesos de resolución negociada de conflictos son largos y pesados. No debemos esperar consecuencias a corto plazo. También son inciertos: sabes cómo empiezan pero no cómo acaban. En este sentido, no se debería dar por cerrado ningún escenario de futuro (incluido el referéndum y la amnistía, demandas mayoritarias en la sociedad catalana).