La credibilidad de las víctimas de abusos

Si todas habláramos...

El reconocimiento de Plácido Domingo lo deja en evidencia a él y a todos los que le defendieron

Plácido Domingo, en una imagen de archivo, en la Ópera de Washington.

Plácido Domingo, en una imagen de archivo, en la Ópera de Washington. / periodico

Ana Bernal-Triviño

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A veces pienso que si todas habláramos, quizá, cambiaba el mundo. Si todas dejáramos de normalizar y reconociéramos las experiencias que hemos vivido. Hablar de las situaciones incómodas, de los evidentes momentos de acoso, de los chantajistas emocionales, de sus falsas promesas a cambio de una parte de nosotras mismas, de sus abusos de poder... Si pusiéramos todas las cartas sobre la mesa se marcarían, de golpe, los pasos para cambiar el mundo. Pero no es fácil hacerlo porque vivimos en una sociedad machista que se vale del estigma, de la vergüenza, del miedo y del poder de unos hombres intocables que, por su profesionalidad, son figuras intachables.

Nos levantamos con que Plácido Domingo acepta "toda la responsabilidad" de las acusaciones y pide perdón por "el dolor" que causó a sus víctimas. Ahora... ahora se ha dado cuenta. No sé con cuánta verdad y sinceridad pero, sin duda, ese reconocimiento deja en evidencia a él y a todos los que lo defendieron a capa y espada. A pesar de que él mismo dijo al principio que aquello eran “otros tiempos”, que “las reglas y valores por los que hoy nos medimos son muy distintos de como eran en el pasado" y que "creía que todas las relaciones siempre eran consensuadas". Y no, no eran de otros tiempos. Es que acosar siempre ha estado y está siempre mal. Es que os decimos 'no' y os da igual, porque vosotros lo convertís en un 'sí', porque aquí se hace y se dice lo que queráis. El problema es que se ha normalizado hasta el extremo porque hacerlo no ha supuesto nunca, ni siquiera, un mínimo cargo de conciencia sobre sus responsables. 

Vivimos en una sociedad machista que se vale del poder de unos hombres intocables

Además de esas declaraciones iniciales, luego el propio Plácido Domingo dijo en una entrevista, hace solo dos meses y medio, en 'El País', que “las acusaciones que me hacen no tienen sentido”, que “es muy fácil hoy en día tomarla con alguien con quien no simpatices y que se difundan falsedades. Se urde una trama” o “es que no se le puede decir nada a una mujer”. Claro que se le pueden decir cosas a las mujeres. Es fácil, te diriges de entrada a ella igual que a un hombre, desde el respeto y sin abusos. Pero con aquella entrevista se alimentaba el relato de siempre. El de las mujeres mentirosas, cómplices y aprovechadas que traman un plan y que buscan algo a cambio de destrozar la vida de un hombre. Más de lo mismo. El machismo imperante porque nuestra voz, de entrada, no vale nada.

Ahora, la investigación del sindicato estadounidense que representa a los artistas de ópera ha concluido que Domingo acosó sexualmente a mujeres y abusó de su poder cuando tenía la dirección de la Ópera Nacional de Washington y la de Los Ángeles. Y se habla de un “claro patrón de conducta sexual inapropiada”. Ahora, con este informe en mano, llega su reconocimiento, después de que las tertulias se llenaran de periodistas que nos callaban a quienes tomábamos en serio los testimonios de las víctimas porque la investigación de Associated Press era impecable. Esos que nos callaban eran los mismos periodistas que cada vez que abrían la boca ninguneaban e insultaban a las víctimas porque parece que ser buen profesional y tener buena trayectoria te impide cometer delitos y abusos. Es la patente de corso del sistema. 

Para adornar, los medios llevaban a sus estudios a otras mujeres que trabajaron con él y que aseguraban que jamás vieron nada ni abusaron de ellas. El comodín del “a mí no me pasó” todo el día en escena, como si eso fuera válido. Como si a estas alturas no sabemos ya que los agresores tienen un patrón, que son buenísimos y amables ante los demás pero que también tienen otra cara y que saben perfecta y estratégicamente elegir a sus futuras víctimas. 

Los delitos están prescritos. 

El dolor está hecho.

Los acosadores y chantajistas emocionales saben que pueden seguir haciéndolo porque, por encima de las víctimas, siempre habrá prensa disponible para blanquear estos casos. Así que gracias una vez más a las mujeres que han dado este paso frente a un Goliat, por lo que él representa y por todo el sistema que respalda aún estos actos. 

Al principio de este texto, decía que si todas habláramos quizá cambiaba el mundo. Lamentablemente, tengo que seguir manteniendo el “quizá” porque el machismo sigue dentro de la sociedad, en los prejuicios y estereotipos, porque sigue siendo normal lo que no es y porque pasarán décadas antes de que terminen de señalarnos, de entrada, como mentirosas. Antes de que la voz y el testimonio de una mujer desconocida y sin poder tenga el reconocimiento necesario.