Contracorriente

La encrucijada de ERC

La apuesta por el pragmatismo colisiona con un pasado propio tendente a la volubilidad y un JxCat orientado al populismo de derechas

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zentauroepp52421649 opinion titos200222134128 / MARÍA TITOS

Emma Riverola

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El independentismo arrebatado irrumpió en el territorio ‘convergent’ y fue expulsando a los márgenes, cuando no al espacio exterior, a todos aquellos que no se sentían representados por la efervescencia de la unilateralidad. <strong>Ahora, un enjambre de partidos busca la añorada centralidad. </strong>Aquel espacio tan plácido y tan vasto, aquel inmenso cultivo de votos. 

El sentido común -basado en la experiencia y el conocimiento, aliñado con la prudencia y cargado de pragmatismo-  indica que aquel espacio de centro derecha nacionalista de CiU, lo que viene a ser hoy el PNV en Euskadi, está huérfano de propietario. Pero Catalunya está revuelta. También España. Y Europa. Y el mundo entero. Cuando los mapas se inclinan, las firmezas resbalan. ¿Y si ese codiciado espacio se ha achicado tanto que se ha hecho inapreciable?

PP y Ciudadanos prevén concurrir en coalición a las elecciones en Euskadi. No así en Galicia, feudo tradicional del PP. Los juegos electorales no siempre responden a corrientes de fondo, pero este caso no haría más que reforzar la actual tendencia del PP y Cs a caminar juntos. Una apuesta que ha descolocado no solo a muchos militantes de Ciudadanos, también a algunos de sus impulsores.

Cs pudo ser el partido de centro derecha de España sin las rémoras del PP. Un espacio que decía huir de los nacionalismos y podía atraer a un votante de talante liberal. Poco queda de aquel propósito, dilapidado por su apoyo a pactos con Vox. Sin duda, la moción de censura contra Rajoy pilló a contrapié a Rivera. De verse en la presidencia pasó a ser el líder de un partido menguante. Y se diluyó la posibilidad de erigirse en un partido de la centroderecha moderna, europea… Aunque, ¿eso existe ya?

El populismo ha irrumpido con fuerza en los partidos conservadores. Boris Johnson es el representante perfecto de la metamorfosis. Son muchos los factores que han contribuido a la transformación populista. Primero fue la crisis de los partidos socialdemócratas, incapaces de adaptarse a los nuevos retos de una economía desindustrializada y dar respuestas a los nuevos desprotegidos. La caída de las torres gemelas cambió el escenario y situó el miedo/seguridad en el centro del debate. Un neoliberalismo desbocado, cuyos despachos de poder no están en los gobiernos, ha ido imponiendo la ideología del consumidor en detrimento del ciudadano. Y, en la nuca, el aliento de una extrema derecha desacomplejada que ha radicalizado el mensaje. Combatirla con argumentos es muy difícil, en la época de la inmediatez y del pensamiento resbaladizo prima la política espectáculo. Y a ella se va sumando la derecha.

De nuevo resuenan los cantos nacionalistas. Esos que parecían ahogados por la sangre del siglo XX. Sí, de nuevo, el pueblo. La voluntad del pueblo, la voz del pueblo… ¿Y quién narices es el pueblo? ¿Qué carnet de identidad tiene? ¿Dónde vive? ¿Qué desayuna?

Cuando las derechas del gobierno municipal de Madrid borran los versos de Miguel Hernández del memorial de las víctimas de la Guerra Civil en La Almudena o Clara Ponsatí, de JxCat, afirma que España cometió el<strong> “primer episodio de antisemitismo de Estado”</strong> practican una misma ruindad: pervertir la memoria/historia para excluir o demonizar ‘al otro’. Igual que Johnson y sus astracanadas. O Trump y sus bravuconadas. Se aproximan demasiado al terreno de la extrema derecha. Las emociones por encima de cualquier reflexión. ¡Qué entretenidos estamos escupiendo odio sin pensar!

Excitar los rencores es fácil. A eso se entrega con ardor una corte de seudoperiodistas que viven de las invectivas, desprecian los argumentos, se burlan del pensamiento y tergiversan cuanto les conviene. Ellos, como todo político populista, saben muy bien que un puñado de retuits bien vale una manipulación.  

Alrededor de unos líderes (generalmente hombres, provocadores, oportunistas, incluso narcisistas, pensemos de nuevo en Johnson) y apuntalado por sus palmeros, el conservadurismo queda camuflado por el populismo y el nacionalismo. Así,partidos tradicionales de centro derecha se tiñen de rebeldía y pescan en caladeros que no le son propios. Se impone el discurso del pueblo impoluto contra una élite siempre corrupta. También en Catalunya. En  JxCat se abre paso un relato impensable en la antigua CiU. La noche electoral del 21-D de 2017, un contundente Puigdemont afirmó desde Bruselas: “La república catalana ha ganado a la monarquía del 155”, “señores del Estado, del Ibex 35, comiencen a hacer política”.  Monarquía e Ibex 35, nuestras denostadas élites particulares.

El populismo conservador no tiene visos de decaer en Europa. Ante su ímpetu, no solo los satélites de la pretérita Convergència lo tienen complicado. La apuesta por el pragmatismo de ERC no solo colisiona con un pasado propio tendente a la volubilidad, sino con un JxCat orientado al populismo de derechas. Su socio nacionalista está cada vez más lejos de su perspectiva política. Pero alejarse de él significa desbaratar la mayoría independentista. Complicada encrucijada.