La distribución de la renta

Pobreza infantil severa

Acabar con el sangrante problema costará unos 1.500 millones al año; les aseguro que los tenemos sin aumentar impuestos

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zentauroepp52407921 opinion leonard beard200221173457 / LEONARD BEARD

Antón Costas

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Me ocurrió en una conferencia en Galicia. Hablaba ante un auditorio formado por personas acomodadas; es decir, personas de un nivel de renta superior a la media de la población. Señalé que la pobreza en España se está polarizando en los extremos de la distribución de la renta. Ha aparecido un grupo de hogares en la parte más baja de la distribución que padece una privación severa de ingresos, con consecuencias dramáticas en la alimentación, el bienestar y la salud de las niñas y niños que viven en esos hogares.

Para llamar la atención sobre esta pobreza severa infantil mencioné un dato que me han comentado algunos directores de colegios de Barcelona: hay niñas y niños de preescolar y de primaria que llegan por la mañana a las aulas sin haber desayunado en sus hogares, y en muchos casos sin haber cenado tampoco la noche anterior.

Un dato que ofende el sentido moral

Al final de la conferencia se me acercó una mujer de mediana edad y apariencia acomodada. Me preguntó si podría hacerme un comentario. De forma educada, me dijo que no era cierto lo que había dicho acerca de que hay niños en nuestro país que pasen hambre. No me acusó de mentir, pero sí de haber exagerado. Sencillamente no podía creerlo. Posiblemente porque es un dato que ofende el sentido moral que tienen las personas decentes. 

El problema con esta pobreza infantil severa es que no acostumbra a aparecer en las estadísticas oficiales de desigualdad. Los hogares que la padecen forman parte del grupo de cola de la distribución de la renta que normalmente no es entrevistado en las muestras de las encuestas genéricas sobre desigualdad. Pero sí existe para los maestros y para los servicios sociales, tanto de los ayuntamientos como de las organizaciones civiles dedicadas a la atención a la pobreza.

La casualidad ha hecho que estos días haya tenido acceso a un trabajo pendiente aún de publicar del investigador de la Universitat de Barcelona Xavier Martínez-Celorrio. Pone evidencia estadística a esta pobreza infantil severa en el caso de Barcelona ('Infancias en desigualdad y pobreza en Barcelona', Barcelona Societat, núm.24, 2020). Señala que, a diferencia de lo que ocurre con la desigualdad de renta, la pobreza infantil no está disminuyendo con la recuperación económica y el aumento del empleo. Al contrario, está aumentando y enquistándose. Estoy seguro de que es una situación que se reproduce en la mayoría de grandes y medianas ciudades españolas. Estamos ante un problema de pobreza infantil sangrante.

La capacidad cognitiva y las oportunidades

¿Por qué tenemos que prestar atención a lo que está ocurriendo con la pobreza infantil severa en nuestro país? Lo explica muy bien un libro que se ha presentado esta semanar en Barcelona de Francesco Tonucci, prestigioso psicopedagogo, pensador y dibujante italiano ('Por qué la infancia. Sobre la necesidad de que nuestras sociedades apuesten definitivamente por las niñas y niños'). Tonucci sostiene con convicción que, al contrario de lo que se piensa, todo ocurre en los primeros años de la vida de los niños. La capacidad cognitiva y las oportunidades quedan determinadas a esa edad. Por eso, afirma, “es correcto pensar que las mejores y mayores inversiones se han de dedicar a los primeros años de la vida”.

¿Tenemos capacidad para hacer esa inversión en la infancia? Si es así, ¿cómo? Martínez-Celorrio señala con acierto que es una esperanza falaz esperar que la mejora de la economía elimine por sí sola el problema de la pobreza infantil. Por su parte, los ayuntamientos tienen una relativa capacidad para reducirla, pero no es suficiente. Para erradicarla necesitamos transformarla en objetivo prioritario de las políticas de todas las administraciones públicas.

La pobreza infantil es una emergencia nacional. Para hacerle frente no es suficiente con hacer transferencias de renta a los hogares que padecen pobreza severa. Hay que hacer de la educación preescolar un servicio público universal y gratuito. En el pasado lo hicimos con la sanidad. Y con las pensiones de jubilación. Y conseguimos acabar con la pobreza de mayores. Ahora hay que acabar con la pobreza infantil. Costará unos 1.500 millones de euros al año. Les aseguro que los tenemos. No es necesario aumentar los impuestos. Los podemos sacar de otros gastos improductivos que solo benefician a quienes no los necesitan.

Transformar la educación preescolar en un servicio público universal permitirá afrontar otro problema importante del país. El déficit de niñas y niños. Es decir, la baja natalidad. Para ello hay que reducir el coste de tener hijos. Y eso solo se puede lograr reduciendo el coste de la educación preescolar y la vivienda para los hogares jóvenes. Pero de esto hablaremos otro día.