Opinión | Editorial

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La explotación de las cuidadoras sin papeles

El trato que recibe este colectivo nos degrada como sociedad y delata cómo no se prioriza la necesidad social que cubre

Una anciana enferma de Alzheimer y su cuidadora.

Una anciana enferma de Alzheimer y su cuidadora. / periodico

Una explotación insoportable. Laboral, pero también de todo tipo. Jornadas inacabables de trabajo, insultos, insinuaciones sexuales, cuando no abusos. Esa es la situación de extrema vulnerabilidad a la que están expuestas las cuidadoras sin papeles. Mujeres migrantes que sufren una situación de total desamparo. Muchas de ellas se encuentran solas, sin una mínima red familiar que las ayude. Para combatir su situación de extrema desprotección, algunas de ellas han creado el Sindicato de Cuidadoras Sin Papeles. Este diario recoge algunos de sus testimonios. Leerlos es adentrarse en un mundo de degradación humana muy cercano a la esclavitud. Un mundo en el que la ley se ha convertido en una trampa despiadada.

Sin papeles no hay trabajo. Sin trabajo no hay papeles. Pero hay que ganar dinero para sobrevivir. En este cruel círculo vicioso se encuentran atrapados miles de migrantes. Una puerta de entrada a la marginalidad y a la explotación. El nuevo Sindicato de Cuidadoras Sin Papeles es un espacio de ayuda mutua, también de apoyo, de compañía. Muchas de las recién llegadas al país desconocen sus derechos. Creen que no tienen ninguno. Su desconocimiento también se alimenta porque, demasiado a menudo, quienes las contratan les hacen creer que carecen de cualquier protección. Las consideran una suerte de ciudadanos de segunda.

La explotación de las mujeres cuidadoras no solo nos degrada como sociedad, también delata una profunda mezquindad política que se niega a poner los cuidados en el centro de interés. El mercado los mira con desdén, los considera poca cosa. En la antigüedad, eran asumidos por los esclavos. Durante siglos formó parte de las tareas, gratuitas y abnegadas, de las mujeres. En la actualidad, en vez de considerarlos una necesidad social y tejer una red de servicios para asumirlos con dignidad, se calla sobre ellos, se relegan del debate, de la luz pública. Ahí, en las sombras, se halla una legión de mujeres explotadas a las que se les niega una vida digna. «Te roban tu tiempo, te roban tu vida», resume una de las afectadas. Al fin, una perversa trampa social y política.