CITA EN PERPINYÀ

Catalunya, 'consells' fuertes y partidos débiles

Poco se sabe sobre el Consell de la República, salvo que nació para "acabar entre todos aquello que un día empezamos"

Carme Forcadell, el Onze de Setembre del 2014, cuando pronunció el célebre "'President, posi les urnes'".

Carme Forcadell, el Onze de Setembre del 2014, cuando pronunció el célebre "'President, posi les urnes'". / periodico

Andreu Claret

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El último fin de semana de febrero, cien mil personas, o más, acudirán a Perpinyà, convocadas por un Consell de la República sobre el que poco se sabe, salvo que nació para "acabar entre todos aquello que un día empezamos". ¿Cómo explicar semejante éxito si este consejo, creado hace dos años, es la antítesis de la democracia? ¿Cómo explicarlo si se trata de un organismo opaco, donde el presidente, Carles Puigdemont, nombra discrecionalmente a todos sus miembros?

La respuesta más obvia está en el arrastre que tiene Puigdemont entre los suyos, pero este tirón, mitificado por el exilio, no lo explica todo. Catalunya siempre ha sido tierra de 'consells' y asambleas, un país de 'consells' fuertes y partidos débiles.

Lo fue durante la lucha antifranquista. Mientras los partidos, con la excepción del PSUC, eran poca cosa, la Assemblea de Catalunya, nacida en 1971, consiguió romper barreras. Menos conocido fue el Consell de Forces Polítiques, creado después de la muerte de Franco y que agrupaba al grueso de la oposición, pero también contribuyó a ensanchar el espacio de los partidos.

Tanto la Assemblea como el Consell hicieron una aportación singular a la Transición y dejaron en ella una impronta catalana. Hasta que llegaron Josep Tarradellas y Jordi Pujol, que siempre tuvieron el Estado en la cabeza, y recordaron que, en democracia, lo que cuentan son los partidos. Y así fue, durante casi 40 años, hasta que llegó el 'procés'.

Con el 'procés', las calles empezaron a llenarse y los partidos menguaron, empezando por CDC. El vacío lo llenó en el 2011 la Assemblea Nacional Catalana, que ha sido, junto a Òmnium, el principal motor de la movilización. El famoso "'president, posi les urnes'" de Carme Forcadell indica hasta qué punto la Assemblea ha tenido un papel relevante, y las instituciones han aceptado la subordinación. Una situación ideal para un nuevo cesarismo como el que encarna Puigdemont.

No conozco ningún caso similar en Europa. Acaso la Polonia de Walesa y Solidarnosc, durante un tiempo, debido al cementerio político dejado por el estalinismo. En Escocia, el independentismo siempre ha esta liderado por el Partido Nacionalista, y en Euskadi, el nacionalismo siempre ha estado encabezado por el PNV.

Generalitat desdibujada

La debilidad de los partidos hegemónicos catalanes viene de lejos. De los tiempos de la guerra, cuando Esquerra Republicana fue superada por la calle, las circunstancias, y la terquedad de Negrín. Y de los tiempos del exilio, cuando, a diferencia de lo que ocurrió con los vascos, donde Aguirre siguió al frente de la Lendekaritza, tras algunos escarceos con Irujo, el Gobierno de Companys se rompió en mil pedazos, la Generalitat quedó desdibujada y se constituyó en Londres un Consell Nacional de Catalunya, integrado por intelectuales nacionalistas y presidido por Pompeu Fabra.

El resto de la historia es conocido: Companys fue arrestado por la Gestapo y fusilado por Franco, y el Consell languideció, hasta que Tarradellas recogió el testigo, en 1954, y preservó una institución como la Generalitat que solo se puede asentar en un sistema de partidos.