Análisis

Casado necesita tiempo

Nada hace prever, de momento, un futuro de pactos de Estado, a no ser que el líder del PP se vea ante el horizonte de una legislatura larga

Pedro Sánchez y Pablo Casado, en La Moncloa.

Pedro Sánchez y Pablo Casado, en La Moncloa. / EFE / JUAN CARLOS HIDALGO

Rosa Paz

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Esta podría ser una de esas legislaturas de bloqueo en las que Gobierno y oposición no alcanzan ningún acuerdo. No sería la primera, pero esta llega después de años de gobiernos inestables o en funciones en los que no se han afrontado algunas reformas imprescindibles, como la del sistema de pensiones o la financiación autonómica, por no hablar de una que de momento parece inabordable como es la de la propia Constitución. Tampoco se han podido renovar organismos cuyo mandato caducó hace tiempo, como el Consejo General del Poder Judicial o el Tribunal Constitucional. Podría ocurrir, no obstante, que esos acuerdos entre el Ejecutivo y el principal partido de la oposición, el PP, se fueran poco a poco decantando. No es imposible, aunque a la vista de cómo ha ido este lunes la reunión entre Pedro Sánchez y Pablo Casado parece improbable.

La incertidumbre política no ayuda a avanzar en la vía del pacto. No se sabe aún si el Gobierno conseguirá aprobar los Presupuestos Generales y, por tanto, si la legislatura tiene un recorrido de dos o tres años o si estamos abocados a repetir nuevamente las elecciones generales. Todo depende de lo que finalmente haga ERC. Y ese desconocimiento de lo que puede ocurrir en los próximos meses condiciona muchas cosas, también la actitud de Casado y la posibilidad de que establezca una estrategia clara y definitiva. Porque el líder del PP no sabe si tiene que prepararse para competir de nuevo en las urnas con Vox, al que los sondeos siguen situando al alza, o si ante la perspectiva de una legislatura más o menos larga tendrá que ejercer de oposición responsable y, por tanto, disponerse a llegar a acuerdos con el Gobierno.

A esas dudas respondería su actitud en la entrevista con Sánchez en la que, al menos después ante la prensa, Casado utilizó su mejor tono -y lo tiene afable- para imponer una retahíla de condiciones que, según dijo, le permitirían forjar alianzas con el Ejecutivo e incluso apoyar los Presupuestos Generales. Un tono amigable para presentar una propuesta trampa, que sabe inasumible para Sánchez, porque prácticamente todas sus cláusulas contradicen los principios programáticos sobre los que se asienta el Gobierno. No solo por los pactos con Unidas Podemos, PNV y ERC, que permitieron su investidura, también porque esas políticas que Casado quiere anular o bien estaban en el programa electoral o bien forman parte de las convicciones de los socialistas. Por ejemplo, las relativas al conflicto catalán en las que Sánchez y la mayoría del PSOE consideran que la solución -si la hay- solo puede surgir del diálogo.  

Nada hace prever, de momento, un futuro de pactos de Estado. El único soplo de esperanza vendría del tono mesurado, algunas referencias al Pacto de Toledo y de que Casado ya no habla de llevar a Sánchez a los tribunales por prevaricación. No parece haber lugar para el optimismo, al menos mientras no se aprueben los Presupuestos. Entonces, a lo mejor, ante la expectativa de un Gobierno perdurable el líder del PP se dispone a pactar. Ahora aún necesita tiempo.