Dos miradas
La valla
La resolución de Estrasburgo sobre las devoluciones 'en caliente' es una peligrosa palmada a la espalda de la ultraderecha
En la primavera de 2014, un hombre permaneció durante siete horas colgado de una farola. Había logrado atravesar la valla de Melilla y, a pesar de estar en territorio español, temía ser expulsado. Siete horas colgado. Si el miedo y el sufrimiento tuvieran un lugar y un tiempo, esas siete horas sería su unidad.
El Tribunal de Estrasburgo ha concluido que España no violó la Convención de Derechos Humanos al devolver a Marruecos a dos migrantes subsaharianos que saltaron la valla ese mismo año. Considera que podían haber solicitado asilo por vías legales. Daría risa si la sentencia no oliera a muerte. En un mundo en el que crecen las desigualdades y la ayuda al desarrollo es cada vez más menguante y más dirigida a frenar la inmigración, una sentencia como esta solo degrada un poco más la imagen de los migrantes. Qué estúpido el hombre de la farola, ¿cómo no pidió asilo? La resolución solo afecta a dos devoluciones en concreto, no es un aval en general a las devoluciones ‘en caliente’, pero es una peligrosa palmada a la espalda de la ultraderecha. Y una burla a todo el sufrimiento que se agolpa en las fronteras.
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