ANÁLISIS

El poder de la imaginación, o un capricho rococó

La combinación de romanticismo y riesgo defensivo podría explicar los silbidos que se escucharón el sábado en el Camp Nou hacia el fútbol de Setién

Quique Setién, antes del duelo con el Getafe en el Camp Nou.

Quique Setién, antes del duelo con el Getafe en el Camp Nou. / periodico

Jordi Puntí

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Lo decía Jordi Cruyff en una entrevista de hace unas semanas con Jorge Valdano: en el Ajax, su padre fue de los primeros en poner "un portero que era mejor con los pies que con las manos y jugaba a 40 metros de la portería". En la misma charla también recordaba que Johan era "un romántico del fútbol".

La combinación de romanticismo y riesgo defensivo podría explicar los silbidos que se escucharon el sábado en las gradas del Camp Nou. Eran los primeros que recibía el fútbol que propone Quique Setién. Pitos tímidos, a las cuatro de la tarde, con el estómago lleno, pero que de alguna forma transmitían la inseguridad de una parte de los socios.

Sin entusiasmo

Después de dos temporadas y media en que la actitud romántica perdía frente a la eficacia práctica de Valverde y su interés para reivindicarse a través de los títulos, no todos los aficionados se entregan con entusiasmo a la propuesta de Quique Setién. De hecho, incluso los silbidos deberían ser bienvenidos al debate, porque son un síntoma de que el Barça busca una personalidad que le haga sentir vivo. No olvidemos que hoy en día es un equipo cogido con pinzas y además parece abonado al infortunio.

Digo debate porque la apuesta por una tradición que ha ido variando en las últimas décadas requiere también una adaptación al presente. Cruyff quería jugar sacando el balón desde atrás, y luego el portero fuera del área se convertía en el primer defensor. En el Barça de hoy, Zubizarreta no duraría ni una semana, porque la mayoría de los rivales presionan con tanta intensidad que Ter Stegen casi no sale de su área, pero es un pelotero más del equipo y se ha convertido en el primer pasador.

No sabemos si el Cruyff entrenador aprobaría las estrategias actuales, si las vería como una evolución lógica, incluso, genial, o como un capricho rococó, pero de entrada hay que aplaudir que nazcan de una imaginación atrevida. Tras el paso de Guardiola y Tito Vilanova en el banquillo, muchos rivales aprendieron a contrarrestar el dominio del Barça con la presión alta para dificultar la salida del balón.

Solución de broker salvaje en Wall Street

Con Luis Enrique y luego con Valverde se buscaron alternativas menos esenciales y que se acomodaba mejor al resultado —contando siempre, no lo olvidemos, con un Messi resolutivo—. En su intento de entroncar de nuevo con la tradición que le gusta, Setién ha optado por una solución de broker salvaje en Wall Street: arriesga mucho, pero cuando le sale bien los resultados pueden ser óptimos.

Ver como los defensas blaugranas se pasan el balón frente a la línea de gol, a veces incluso con regocijo, nos invita a tomar una aspirina preventiva para la cardiopatía. Sin embargo, no hay que descartar el efecto disuasorio para el contrario: cuando sale bien dos o tres veces, se empieza a dudar de la presión alta contra los defensas.

El desánimo aparece, incluso quizá el elemento de burla. Los rivales miran hacia atrás, hacia su campo, y de repente hay todo un espacio libre, enorme, ideal para que los medios del Barça puedan correr y combinar. Hemos pasado de la tragedia a la comedia en un instante. Como la vida misma.