Opinión | Editorial

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Los riesgos desapercibidos del cannabis

El aumento de las urgencias hospitalarias por delirios y brotes psicóticos asociados a esta droga obliga a no bajar la guardia

Cigarrillo de cannabis

Cigarrillo de cannabis / periodico

Existe la percepción social, sobre todo entre los jóvenes, de que el cannabis no es una sustancia tan peligrosa como otras drogas consideradas 'duras'. Esta mayor tolerancia o aceptación social de su consumo ha hecho que se baje la guardia ante los riesgos para la salud, que los hay, pero, además, los datos clínicos se encargan de rebatir esta falsa sensación de poca peligrosidad. Según el Observatorio Español de Drogas y Adicciones, el 40,1% de las urgencias hospitalarias por consumo de drogas en el 2016 fue por cannabis, a muy corta distancia (42,5%) de la cocaína. Veinte años antes, las urgencias por cannabis representaban 'solo' el 6,2%. ¿Qué ha ocurrido para que esta sustancia haya dado un salto tan alarmante? Parte de la explicación está en la propia sustancia: alguna marihuana que se vende actualmente en las calles contiene una mayor presencia de THC (el principal psicoactivo del cannabis), lo que hace que la droga sea más potente, y por consiguiente, sus efectos secundarios más dañinos. A la habitual falta de coordinación o pérdida de memoria asociada al cannabis, pueden añadirse brotes psicóticos, delirios y alucinaciones si la concentración de THC es mayor. Y si el consumo de marihuana es continuo, las secuelas en el sistema nervioso, como la falta de concentración, pueden ser crónicas.

Sin entrar en el debate de su uso con fines terapéuticos (en cuyo caso, sería bajo supervisión médica), el consumo de cannabis es un problema de salud pública que afecta sobre todo a los jóvenes y que reclama redoblar esfuerzos para combatirlo. Sin desmerecer la actuación policial, la proliferación de plantaciones ilegales y la facilidad con la que actúan los 'camellos' parece dejar claro que hay que destinar más recursos a la lucha contra el narcotráfico. En prevención, la labor de educadores y personal sanitario es imprescindible, como se ha demostrado. La asignatura pendiente es desmontar la percepción social de que el cannabis es una sustancia sin apenas riesgos, una acción que nos implica a todos como sociedad.