Las ayudas a los laboratorios

Poniendo aceite a la cadena investigadora

Más allá de la buena gestión corriente que debe hacerse en cada centro de investigación, no estaría de más que los administradores y las agencias financiadoras dieran más flexibilidad a los investigadores

Ilustración de Monra

Ilustración de Monra / periodico

Manel Esteller

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Como si fuera el abuelo Cebolleta explicando sus batallitas en el tebeo, aún recuerdo como cualquier cadena de la bicicleta o cualquier cerradura que iba dura se reparaba echando un poco de aceite, si era de oliva aún mejor. Luego el 'tres-en-uno' lo revolucionó todo y ahora no tengo idea de que se use. Pues eso, que este circunloquio venía a cuento porque me gustaría explicarles formas en que añadiendo un poco de aceite podemos mejorar los engranajes de la investigación.

Primero quisiera dejar claro que se harían más y mejores descubrimientos científicos si se destinaran más recursos económicos a la investigación y los mismos se distribuyeran siguiendo criterios estrictos de meritocracia. Pero esta primera base merece otro artículo, o quizás toda una enciclopedia, así que vamos a dar un saltito (¡hop!) sobre la misma y vamos a cosas prácticas que solo requieren un poco de buena voluntad e interés. Un ejemplo es el calendario de las convocatorias de proyectos. Si la gente de a pie sabe y planea que en Navidades y en agosto hará vacaciones, el investigador no está seguro del todo. Si el ciudadano sabe cuándo le caduca el DNI, el pasaporte o la fecha que tiene que pasar la ITV del vehículo, pues el científico no las tiene todas consigo. Ello es debido a que las convocatorias para poder conseguir de forma competitiva financiación pública para sus proyectos científicos son anunciadas en fechas diferentes cada año. ¡Si te descuidas, se te ha pasado! ¡Cuando te das cuenta que ha salido, ya solo queda una semana para escribir la propuesta! Déjalo todo en el aire y conviértete en un escribano. Por favor, no costaría nada coordinarlo anualmente en fechas similares y se podrían planear los tiempos mucho mejor, como hacen otros países de nuestro entorno.

Existe un fenómeno aún peor, que eriza los pobres pelos de mi espalda, ¿están preparados? Pues ahí va: a veces el investigador tiene que devolver una buena parte del dinero concedido a la agencia financiadora. Pues sí, amables lectores, esto ocurre y no porque el científico no quiera gastarlo, sino porque los obstáculos burocráticos y de justificación de las compras y pedidos son enormes. Es decir, puede suceder que no se pueda contratar a un investigador predoctoral necesario para desarrollar la investigación, pero puedes comprar 50 litros de ácido sulfúrico que no vas a usar. No se sulfuren, que un reciente estudio dice que el estrés mata las células madre del cabello y nos hace salir canas.

Más allá de la buena gestión corriente que debe hacerse en cada centro de investigación, no estaría de más que los administradores y las agencias financiadoras dieran más flexibilidad a los investigadores en cómo gestionar las dotaciones económicas concedidas para realizar su proyecto. Les pongo otro ejemplo: si externamente existe una empresa que da un servicio para hacer una parte del experimento, pues frecuentemente no se permite disponer o trasladar una dotación presupuestaria para el mismo. A mí me recuerda aquel chiste donde se ve a una persona buscando algo de noche y otra le dice qué busca. El primero contesta que sus llaves y el segundo pregunta si las ha perdido por aquí. Y el primero contesta: “No, las he perdido al otro lado del pueblo, pero aquí hay más luz”. Así pues, que el corsé burocrático no aprisione la libertad de nuestro cuerpo ni nuestros intereses científicos.

Más inconvenientes

Un par de cositas más, ya que estamos metidos en materia. Ahora se ha puesto de moda un tipo de convocatorias muy divertidas. Las mismas, elaboradas por diversas agencias financiadoras, sirven para incorporar personal de investigación. Es decir, tienen como diana los recursos humanos tan necesarios en los laboratorios y deberían permitir la estabilidad personal. Pues bien, muchas de ellas tienen un pequeño inconveniente. Son cofinanciadas. Es decir, la administración pública pone una parte del salario pero el resto lo pone el investigador. A mí me suena un poco como aquello de te invito a cenar, pero pagas tú. Imaginémonos un laboratorio pequeño con un investigador/a principal joven que empieza y consigue un contrato postdoctoral para incorporar a alguien a su grupo. ¿Dónde conseguirá el dinero para pagar la mitad del sueldo de esa persona? Lo oigo desde aquí quejándose y estirándose el cabello.

Nada más, dejarlo aquí porque no quería hacerlo excesivamente largo. No he hablado de que sería bueno que todo contrato vaya asociado a cierta cantidad de dinero para hacer experimentos (material fungible), ni de la imposición de licitar casi todo a pesar de que haya un solo proveedor o esa extraña costumbre de cambiar cada legislatura el nombre de los programas de investigación, pero dejando las mismas cantidades de hace más diez años. Les dejo, que voy un momento a Google a ver si ha salido la convocatoria.