Retos ante la emergencia climática

Cuatro futuros para la transición energética

La transición energética en marcha no presupone necesariamente un desenlace climático y geopolítico feliz; habrá que trabajar día a día

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Mariano Marzo

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¿Cómo afectará la transición energética a la geopolítica? Un grupo de investigadores y expertos en relaciones internacionales reunidos en Berlín en el 2018, proponen cuatro escenarios posibles:

1.- Gran Pacto Verde. Presupone la plena cooperación entre países, en base a un compromiso mundial de colaboración en la lucha contra el cambio climático y a que los mercados financieros desinvierten en activos de combustibles fósiles, reasignando este capital a empresas bajas en carbono. En este escenario, una ola de globalización verde, como la contemplada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, permitiría a todos los países compartir los beneficios de la descarbonización. Los estados petroleros serían compensados para hacer realidad una transición no traumática hacia una economía sostenible. La concreción de este escenario de baja fricción geopolítica implicaría un doble triunfo: para el clima y para la seguridad mundial.

2.- Disrupción tecnológica. Asume que los avances tecnológicos conducen al mundo por una senda diferente. Por ejemplo, una gran mejora en la capacidad de almacenamiento de la electricidad hace que las energías solar y eólica sean más fáciles de integrar en la red reduciendo aún más sus costes. EEUU y China lideran un gran salto de escala en la aplicación de esta tecnología, pero la competencia entre ellos lleva a una fractura del mundo en dos bloques que rivalizan para controlar las nuevas materias primas requeridas por la transición energética, como las tierras raras, el cobalto y el litio. La carrera por las energías limpias ayudaría a mitigar el cambio climático y reduciría el papel de los combustibles fósiles, aunque algunas regiones podrían perder influencia global. Europa, por ejemplo, quedaría rezagada respecto a China y EEUU a causa de la deficiente integración de su mercado único. Rusia podría alinearse con China, y algunos países en desarrollo quedarían excluidos de los beneficios del 'know-how' en energías limpias, lo que llevaría al incumplimiento de los ODS. Por su parte, los productores de hidrocarburos tendrían que adaptarse rápidamente a la caída de la demanda. Algunos no lo lograrían y las tensiones geopolíticas aumentarían en el África subsahariana, Oriente Medio y Asia Central.

3.- Nacionalismo sucio. Contempla que las elecciones en las principales democracias del mundo aúpan a los populistas al poder y el nacionalismo se dispara. Las políticas de “mi país primero” priman la autosuficiencia, favoreciendo las fuentes domésticas de energía sobre las importadas. Como consecuencia del proteccionismo que limita las economías de escala, los mercados energéticos se fragmentan, ralentizando su avance hacia la descarbonización. En este escenario, los exportadores de combustibles fósiles producirían tanto como pudieran y las rivalidades por el poder marginarían a la ONU y debilitarían a las instituciones multilaterales, UE incluida. Todo ello haría naufragar el Acuerdo de París y con él los avances en la mitigación del cambio climático, lo que, entre otros efectos indeseables, conduciría a la multiplicación de los riesgos y conflictos geopolíticos.

La carrera por las energías limpias ayudaría a mitigar el cambio climático y reduciría el papel de combustibles fósiles

4.- Desorientación. Plantea que la continuidad con el presente da lugar a una serie de clubs energéticos con poca cooperación entre ellos. En el 2030 las energías renovables han incrementado su peso en el 'mix' energético global, pero sin lograr erradicar el dominio de los combustibles fósiles. La velocidad de la transición energética es demasiado lenta para mitigar el cambio climático pero demasiado rápida para permitir la adaptación de la industria de los hidrocarburos. Como resultado, algunas petroleras estatales quiebran y las restantes se agrupan en un puñado de gigantes energéticos que compiten entre sí. La OPEP colapsa y, a medida que las arcas del estado se van vaciando, los países productores de Oriente Medio y África, junto con Rusia, entran en un periodo de gran agitación política y social. Por otro lado, con prioridades divergentes, China, la UE y EEUU se dotan de estrategias energéticas muy diferentes. Amén de comprometer la mitigación del cambio climático, este escenario propiciaría un incremento de la desigualdad energética, la acentuación de los actuales desequilibrios económicos y geopolíticos norte-sur y el abandono de los ODS.

Así que ya ven, la transición energética en marcha no presupone necesariamente un desenlace climático y geopolítico feliz. No cabe la complacencia y, como suele decirse, el futuro habrá que trabajárselo día a día.