LA MESA DE DIÁLOGO

Una cuestión de símbolos

El diálogo Gobierno-Generalitat tendrá el gran reto de superar potentes emblemas políticos a los que los actores difícilmente pueden renunciar

El 'president', Quim Torra, recibe al jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, a las puertas de la Generalitat, el 6 de febrero.

El 'president', Quim Torra, recibe al jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, a las puertas de la Generalitat, el 6 de febrero. / periodico

Berta Barbet

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En su estudio sobre los mecanismos de la ciudadanía para formarse opiniones sobre temas complejos sin información, Popkin hablaba de símbolos políticos. Los símbolos políticos son políticas concretas que, más allá de lo que suponen en términos prácticos, mandan un mensaje transversal de apego y apoyo a un modelo de sociedad. Cuando un partido defiende o se opone a estos símbolos, manda una señal a la ciudadanía que va mucho más allá de su apoyo a las acciones concretas; implica un compromiso con un colectivo o proyecto político.

Cosas como el restablecimiento de la sanidad universal o el artículo 135 son solo dos de los miles de herramientas de política económica que se pueden impulsar. Pero, con su apoyo, los líderes de los distintos partidos mandan un mensaje general sobre su modelo económico. De igual modo, el pin parental, el matrimonio homosexual o la ley contra la violencia de género son solo tres ejemplos de políticas sociales que se pueden emprender para definir la sociedad en la que vamos a vivir, pero sabiendo si un partido los apoya o no la ciudadanía es capaz de entender qué modelo defiende.

Los símbolos políticos son una gran herramienta de comunicación. Facilitan que los ciudadanos puedan comprender debates complejos de forma rápida y, por ello, el debate político está lleno de ellos. El problema es que, debido a su poder comunicativo, estos símbolos políticos son difícilmente negociables. Renunciar a ellos, aunque no se renuncie a otras políticas parecidas, implica mandar un mensaje de renuncia a los votantes. Especialmente si esta renuncia no se acompaña de un nuevo símbolo político que permita resumir, de forma igual de satisfactoria y popular, la posición del partido después de la negociación. 

Son, por lo tanto, un elemento a tener muy en cuenta a la hora de analizar cómo pueden evolucionar ciertos diálogos como el que se debería dar en los próximos meses entre Gobierno y Generalitat. Un diálogo que va a tener el gran reto de superar la existencia de potentes símbolos políticos a los que los actores difícilmente pueden renunciar, y la falta de apego actual por otros símbolos políticos más compartidos. Cosas como el referéndum de autodeterminación, o la gestión de los encarcelados son, hoy por hoy, símbolos más potentes que la financiación autonómica o la descentralización.

Vender el proyecto

Pero este no será el único debate simbólico a tener en cuenta. ERC y JxCat tienen su particular batalla electoral por librar, y no es una en la que vayan a faltar símbolos políticos. El debate entre ERC y Quim Torra sobre la figura del relator de los últimos días no es más que una demostración de la distinta lógica que los distintos actores pretenden comunicar en la negociación. El relator no es un elemento clave de la solución, pero se puede volver fácilmente un símbolo del tono con el que los actores se acercan a la mesa. Y la voluntad de encontrar espacios de diálogo de unos y otros. Como en todo, veremos quién consigue vender mejor el proyecto de su símbolo.