La hoguera

Estos sí salvan el país

La amabilidad, la atención, el interés, el cuidado que ponen a esa tarea que lleva haciendo todo el día. A eso se le llama profesionalidad

Un camarero del restaurante Semproniana entrega la comida sobrante a unos comensale

Un camarero del restaurante Semproniana entrega la comida sobrante a unos comensale / periodico

Juan Soto Ivars

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En la oficina de Correos de la calle de Castillejos de Barcelona la cola es larga, interminable. Primera impresión: nunca llegaré a la ventanilla. Pero la cola avanza más rápido de lo que esperaba. En seguida me toca. La mujer que recibe lo que voy a mandar se dedica un rato a elegirle un envoltorio entre las cajas y sobres acolchados disponibles. Se decanta por uno, pero no está convencida. Ante mis ojos, le mete plástico de burbujas y se pone a reforzarlo con cinta aislante sin que nadie se lo pida. Me dice que esté tranquilo porque así irá muy bien protegido.

Yo la miro trabajar y me fascina. La amabilidad, la profesionalidad, el cuidado que le pone a esa tarea que lleva haciendo todo el día, la atención, el interés por proteger un paquete cuyo contenido solo me importa a mí. Me pasa lo mismo días más tarde en un taxi: el conductor atiende llamadas por la emisora sin despistarse, sin titubear ante las dudas de sus clientes. Es un lince con forma humana.

Un espectáculo instructivo

Observo también encantado cómo trabaja el camarero de La Vieja Cabaña de la calle de Provença, el que atiende a las mesas de fuera y tiene una cara antigua y simpática como de caricatura del 'TBO'. Un profesional trabajando bien es un espectáculo instructivo, y a él le basta poner una mediana en la mesa de al lado para alegrarte el día, como pasa con Manel, en el Can Josep. Cuando ese tipo raja con el cuchillo la morcilla de León y la desparrama, suenan las valquirias en mi cabeza. 

Mientras pienso estas cosas se hace viral la llamada de Mohamed, un niño de 11 años, al teléfono de emergencias de Madrid, porque su madre está inconsciente en el suelo. El niño actúa con calma, prodigiosamente, pero qué decir del telefonista que lo atiende. La cálida firmeza con que esa voz guía al niño lejos del pánico, con preguntas y frases cortas, se llama profesionalidad.

Estas anécdotas no son intranscendentes. Un país no funciona cuando se pone la bandera más gorda, sino cuando la gente hace bien su trabajo. Con buenos profesionales hemos sobrevivido a los peores políticos.