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Sánchez, Torra y el diálogo

Por primera vez en años se vislumbra una auténtica voluntad negociadora para encauzar políticamente la crisis catalana

Pedro Sánchez y Quim Torra, reunidos en el Palau de la Generalitat, el pasado 6 de febrero.

Pedro Sánchez y Quim Torra, reunidos en el Palau de la Generalitat, el pasado 6 de febrero. / periodico

No suele ser un buen auspicio que una reunión entre dirigentes sea noticia simplemente porque se celebre. Este era el contexto previo al encuentro de este jueves en Barcelona entre los presidentes del Gobierno español, Pedro Sánchez, y de la Generalitat, Quim Torra. Y, a pesar de que como era previsible nada concreto surgió de la reunión, el encuentro sí dejó varias buenas noticias. De entrada, la decisión firme de constituir la mesa de diálogo este mismo mes de febrero, presidida por los dos presidentes. El buen ambiente entre ambos dirigentes –institucional, incluso empático, alejado de la crispación temida– es más que bienvenido en un tiempo político en el que sobra gesticulación y posturismo para satisfacer a las parroquias más hiperventiladas. Y el hecho de que Sánchez se haya presentado en Barcelona con una lista de propuestas y una nutrida agenda de encuentros al margen de la reunión celebrada en Palau (que incluye a entidades sociales, empresarios, y a Ada Colau Núria Marín, alcaldesas de Barcelona y L’Hospitalet, respectivamente) indica que el recién nacido Gobierno de coalición ha decidido tomar la iniciativa en Catalunya, toda una novedad después de años de ‘procés’ en los que el papel de los Ejecutivos ha sido reactivo ante el independentismo.

Por parte de Torra, la reunión discurrió con guion previsto. El ‘president’ presentó su programa de máximos: autodeterminación y amnistía. Sánchez respondió con un documento de 44 puntos con propuestas para la mejora del autogobierno. La distancia entre aumentar el autogobierno y la autodeterminación es abismal; los recelos son profundos; los obstáculos para este proceso de diálogo que ahora nace serán mayúsculos. Pero ambos presidentes este jueves se anclaron a la vía de la negociación, por tanto a la vía política, lo cual constituye una bienvenida novedad en el conflicto institucional catalán después de una década que Sánchez no tuvo tapujos en calificar de «lamentable».

Los años de ‘procés’ han seguido un guion, en efecto, estéril. En Barcelona, el independentismo fue abandonando paulatinamente el camino de la lealtad institucional para acabar apostando por una vía unilateral que se convirtió en una vía muerta en octubre del 2017. En Madrid, los gobiernos de Mariano Rajoy primero se instalaron en el inmovilismo y después apostaron por la judicialización de un conflicto eminentemente político. Las consecuencias de esta estrategia las paga hoy con dureza Catalunya (su sociedad, su política, su economía). La reunión en Palau certifica el final del ‘procés’ como lo hemos conocido y el inicio de una nueva fase. No cabe llamarse a engaño: obstáculos y obstaculizadores no van a faltar en este camino, que nace, además, con unos Presupuestos por negociar en Madrid y unas elecciones que celebrar en Catalunya. Tanta necesidad a corto plazo no ayuda a un proceso que por definición debe poner las luces largas. Pero más allá de la coyuntura, la foto de este jueves en Palau y la agenda catalana de Sánchez muestran que por primera vez en años parece que hay una auténtica voluntad negociadora. Una buena noticia.