Al contrataque

Tiempo de virus

A la política catalana le encanta inocular continuamente nuevos virus experimentales en la carne de cañón de la gente de la calle para ver qué pasa

Fèlix Millet acude a la Audiencia de Barcelona, el lunes pasado.

Fèlix Millet acude a la Audiencia de Barcelona, el lunes pasado.

Antonio Franco

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Me pareció lógico que la 'consellera' de Salut Alba Vergés asistiese a la reunión organizada por el ministro español de Sanidad para coordinar las tareas de todas las autonomías en relación al coronavirus. Hizo una excepción. Desde el 155 los 'consellers' catalanes no suelen asistir por principio a las reuniones departamentales que se convocan en España. Me pareció en cambio menos lógico que Vergés considerase necesario dar una especie de disculpa dirigida al independentismo aludiendo a la conveniencia -esta vez- de proteger a los ciudadanos catalanes. Sobraba. Reflejaba inítidamente un mal trasfondo: la salud es una cuestión que sí tiene interés para nuestra gente mientras otros temas, ejem. Sobre lo de otros temas pueden pensar ustedes libremente en cuestiones económicas, solidaridades, planteamientos para rebajar la desigualdad, lucha contra el deterioro climático. Se renuncia a defender en esas hipotéticas mesas colectivas los derechos de los catalanes.

Todo emana de la filosofía de desenganche que ha ido acentuando desde que llegó a Palau el tozudo y contradictorio personaje, primera autoridad española en Catalunya, conocido por haber dicho que no quitaría la pancarta de su balcón aunque lo ordenasen las leyes y los tribunales estatales. Bueno, lo corrijo: primero dijo no y luego, cuando se enteró de lo que pasaría acabó quitándola pero con la inmensa chapuza que suponía el que ya le había vencido el plazo. Ahora toda Catalunya vive una crisis institucional histórica por aquel gesto y el sector soberanista del país muestra con más nitidez que nunca sus contradicciones internas.

Carne de cañón

España no es particularmente fantástica pero la política catalana, sí. Le encanta inocular continuamente nuevos virus experimentales en la carne de cañón de la gente de la calle para ver qué pasa. El de ahora se llama 'Toda la justicia española es venganza anticatalana'. Sigue a los ya conocidos 'La obediencia a las normas aceptadas por todos solo ha de practicarse cuando conviene' y al 'Pronto, sin costes, con la ayuda casi garantizada de la UE y la inhibición acojonada del régimen de Rajoy tendremos independencia aunque no tengamos ahora el apoyo de la mayoría absoluta de la población'.

Por volver al primero, es evidente que la justicia española necesita grandes cambios estructurales. Pero no estoy demasiado seguro de que, por poner dos ejemplos, descansando en sus casas a la espera de ver si llegan antes unos desenlaces biológicos inevitables o los juicios, los acusados Jordi Pujol y Félix Millet consideren que hay una especial venganza anticatalana. Porque saben leer y pueden leer en los periódicos dónde están algunos de sus queridos amigos o conocidos -sentenciados con más celeridad- Rodrigo Rato, Díaz Ferrán, Urdangarín, Maria Antonia Munar, Ignacio González o Eduardo Zaplana, por poner solo algunos nombres.