Torpedeando en vano la estabilidad

Puigdemont ya ha perdido frente a ERC y, se ponga como se ponga, la Generalitat dejará de ser el bastión de los radicales

Torra escucha una intervención de Puigdemont por videoconferencia, en el mitin final de campaña de JxCat de las últimas elecciones generales, en Barcelona.

Torra escucha una intervención de Puigdemont por videoconferencia, en el mitin final de campaña de JxCat de las últimas elecciones generales, en Barcelona. / periodico

Xavier Bru de Sala

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Tensión o distensión. Torpedos contra ERC con el objetivo de hundir la clave de la estabilidad, provocar la caída del Gobierno de Pedro Sánchez e instaurar el caos político. No se trata, según JxCat, de iniciar el diálogo sino de desacreditar la estrategia de ERC y arañarle tantos votos como sea posible. La Moncloa tenía razones para posponer el inicio de la mesa hasta después de las elecciones catalanas. Pero Sánchez y sus asesores fallaron estrepitosamente al no comprender que con su anuncio dejaban a Esquerra con el culo al aire y proporcionaban a JxCat un muy efectivo argumento para denunciar la falta de voluntad del Gobierno español. 

Incomprensible error de cálculo que ponía al socio republicano contra las cuerdas y, en vez de cubrirle el flanco negociador, le dejaba a merced de los torpedos de su rival. Según JxCat, la salida política al conflicto es más conflicto. Una vez los interlocutores comandados por Oriol Junqueras se volvieron a poner la medalla de la reuniónQuim Torra, que no se podía negar de ningún modo a sentarse y hablar con el presidente a quien tantas veces, y en vano, telefoneó en la última campaña, no ha cesado de torpedear la mesa. 

Los guiones de las ruedas de prensa de los tres interlocutores ya llevan días escritos y revisados hasta la última coma. Sánchez insistirá en la doble descalificación del 'president' Torra, como instrumentalizador de un diálogo que es un monólogo disfrazado, y como presidente saliente. Pere Aragonès exhibirá la capacidad para condicionar el Gobierno central, mostrará la llave de la estabilidad, situará a ERC en el centro de todos los tableros político y descalificará una vez más a los puigdemontistas como vocingleros incapaces de obtener nada en positivo.

En efecto, Sánchez y Torra se sientan a la mesa en obligado cumplimiento de una iniciativa de los republicanos. Reciban los de Junqueras o no el tan deseado premio de imponerse en las urnas y presidir la Generalitat, ya se puede decir que ha ganado su estrategia de la distensión, al menos por la incapacidad de pasar de la teoría a la práctica que demuestran los partidarios de poner el dedo en el ojo del Estado y hurgar sin descanso. Al haber dejado de temer el doble fuego del Tsunami y los CDR, los contenedores de basura duermen tranquilos. Las olas no se levantan de manera indefinida. La vida es ondulante, que proclamaba Montaigne.

Diálogo contra torpedos

Sea cual sea el resultado en términos de hegemonía 'indy', Carles Puigdemont ya ha perdido. No tiene la clave de la estabilidad en España y, se ponga como se ponga, la Generalitat dejará de ser el bastión de los radicales. La idea según la cual una nueva victoria de JxCat obligaría ERC a provocar la caída del Gobierno de izquierdas es más resistente que los torpedos de Torra. Si Esquerra ha demostrado suficiente madurez, cintura y capacidad de encaje como para tragarse la mala jugada que dejó a Ernest Maragall sin la alcaldía, parece claro que persistirá en el diálogo bajo cualquier circunstancia. Por mucho que torpedeen, no está en manos de Puigdemont y Torra impedir que los próximos años sean de estabilidad y distensión.