ANÁLISIS

Cuando se enfada Messi

Setién, Bartomeu y Abidal charlan en la presentación del cántabro en el Auditori 1899 del Camp Nou.

Setién, Bartomeu y Abidal charlan en la presentación del cántabro en el Auditori 1899 del Camp Nou. / periodico

Albert Guasch

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Los mensajes de Instastories desaparecen al cabo de 24 horas, pero el incendio que ha atizado Leo Messi con su brutal réplica a Eric Abidal va a tardar bastante más en sofocarse. El francés se ha chamuscado en público como una pobre falla valenciana y más pronto que tarde su contrato con la entidad azulgrana quedará reducido a cenizas. A Messi no se le hace enfadar así como así.

Desde aquella diatriba contra Javier Faus, en la que le dijo al entonces vicepresidente que no sabía nada de fútbol, no había saltado del revólver del rosarino un balazo tan mortífero contra alguien del club. Abidal, que fue compañero de vestuario de Messi, se ha colocado en la hoguera y por extensión ha extendido las llamas a todo la institución con unas declaraciones imprudentes que el argentino se ha tomado como un vertido tóxico para el vestuario y para él en particular.

El inexperto Abidal pareció darse un ataque de autoimportancia al decir a través del 'Sport' que tomó la decisión de despedir a Valverde con la aprobación de los jugadores. Fue más allá y dijo incluso que estos habían dejado de entrenarse a fondo. Palabras gruesas. Aparte de ofenderse como capitán, Messi se ha sentido directamente aludido porque sabe que cuando se habla de la opinión de la plantilla en realidad todo el mundo piensa en él. Y la leyenda de que manda y decide en el club está dispuesta a soportarla hasta cierto punto.

¿Relaciones públicas?

Resulta paradójico que Abidal hubiera dedicado la jornada a las relaciones públicas, con entrevistas a todos los diarios deportivos, para justificarse de un mercado invernal nefasto y que el resultado haya sido un terremoto monumental como hacía tiempo que no se veía en un club acostumbrado de por sí a las sacudidas.

Todo el Barça, empezando por la presidencia, anda normalmente con pies de plomo para interactuar con Messi. Ahora se ha enfadado. Y mucho. En consecuencia, se cuentan las horas que faltan para que el francés dimita o se le haga dimitir. Porque mejor no imaginarse que el argentino decida marcharse al final de temporada. El contrato se lo permite. Conviene tener presente que la plantilla que le han construido no invita precisamente a quedarse. Esta crisis no es solo de 24 horas.