El laberinto catalán

Elecciones sin fecha

Toda la ciudadanía sufre las consecuencias de la incertidumbre mientras el presidente de la Generalitat se pregunta cuándo le llegará la inhabilitación que le afecta directamente a él e indirectamente a sus electores

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Xavier Arbós

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El latín del derecho romano tiene una fórmula seca y concisa que advierte de que hay cosas que sucederán inexorablemente, aunque ignoremos el momento: 'certus an incertus quando'. Esa incertidumbre puede causar angustia en asuntos vitales; en la política, sin llegar a extremos dramáticos, también produce desasosiego y tiene consecuencias. Viene esto a cuento después de que el presidente de la Generalitat anunciara que habría elecciones al Parlament tras constatar el agotamiento de la legislatura. Quim Torra precisó que las elecciones tendrían lugar tras la aprobación de los Presupuestos, y todos asumimos que, en todo caso, se celebrarían antes de que la sala penal del Tribunal Supremo ratificara, como es probable, la sentencia de inhabilitación del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya.

Hasta entonces, se daba por hecho que Torra ya no era diputado, pero mantenía la presidencia. Sn embargo, ha surgido la posibilidad de que la pierda antes de lo previsto. El Parlament ha presentado recurso contra la resolución de la Junta Electoral Central que priva de su escaño a Torra y en el escrito dirigido a la sala de lo contencioso-administrativo del Supremo parece asumirse que al perder el escaño Quim Torra perdería también la presidencia. De modo que es posible que, antes de que la sala penal diga a Torra que deja de ser presidente, la sala contenciosa le diga que ya no lo es por haber dejado de ser diputado.

El relevo por el vicepresidente

Si es la sentencia firme de la sala penal la que inhabilita a Torra, entrarían en juego las previsiones de la ley catalana 13/2008, de la presidencia de la Generalitat y de su Gobierno. En el artículo 7.1.f se contempla el cese del presidente si es condenado por sentencia firme a una pena que comporte la inhabilitación. En este supuesto, se aplica el párrafo 3 del artículo 7, que remite al artículo 6 de la misma ley. El resultado sería la sustitución del presidente de la Generalitat por su vicepresidente, quien tendría expresamente vetada la facultad de convocar elecciones anticipadas.

Como prevé el Estatut (artículo 4), al Parlament le correspondería votar al sucesor de Torra, al igual que ocurre tras las elecciones: el presidente de la Cámara propone un nombre de entre sus miembros, que debe obtener la mayoría absoluta. De no obtenerla, a los dos días basta con la mayoría simple. Si no se alcanza, el presidente del Parlament formula nuevas propuestas. Y si a los dos meses de la primera votación ninguna persona ha sido investida, la Cámara se disuelve y se va a nuevas elecciones. Para el caso en que la vacante en la presidencia se produzca por lo que resuelva la sala contencioso-administrativa, nos encontraremos ante un supuesto no previsto expresamente ni por el Estatut ni por la ley 13/2008 citada. A pesar de eso, las resoluciones judiciales hay que cumplirlas, y habría que proceder a la sustitución de Torra de la misma manera que hay que actuar tras una inhabilitación por sentencia firme. 

Torra perdería la plataforma institucional de la que ahora dispone, y Pere Aragonès la ocuparía mientras que en el Parlament se intentaría investir a la persona que suceda al actual presidente. Pero, si no cambia de opinión, Torra ya ha dicho que él iba a convocar nuevas elecciones, y eso solo puede hacerlo mientras sea presidente. Es decir, antes de recibir del Tribunal Supremo una resolución que le aparte del cargo. Pere Aragonès le sustituiría como presidente en funciones durante la campaña electoral, lo que le daría sin duda mayor visibilidad. Y tal vez sea algo que prefiera, porque sin disolución no podría ser investido presidente de la Generalitat, ya que no es diputado. Torra, por su parte, tiene una baza importante. Puede decidir, si no lo ha hecho ya para sí, la fecha de las elecciones. Puede aprovechar el momento mejor que le señalen los sondeos y, con el altavoz que le proporciona la presidencia, atacar a los rivales de su grupo y ponerles las cosas más difíciles.

Torra y Aragonès, los protagonistas

Torra y Aragonès son los protagonistas del momento político, y sobre ellos pesa la incertidumbre. El primero está pendiente de la sentencia del Supremo; el segundo, de la fecha de las elecciones. Pero mientras que el presidente de la Generalitat se pregunta cuándo le llegará la inhabilitación que le afecta directamente a él e indirectamente a sus electores, toda la ciudadanía sufre las consecuencias de la incertidumbre. Hace falta saber cuáles son las prioridades de un Gobierno, y el actual se sabe saliente. Cada uno de los partidos de la coalición tratará de diferenciarse de su socio actual y competidor electoral en un próximo e indeterminado futuro. Que el Gobierno tenga una orientación política clara, aunque sea controvertida, suele ser preferible al tacticismo inherente a las campañas electorales que tanto se prodigan.