IDEAS

Hermitage, orgullo y prejuicio

No dejaríamos pasar la oportunidad si no estuviéramos tan satisfechos de estar a punto de caer en el orgullo provinciano del que no se quiere enterar de que ha dejado de ser referencia creativa y emisor de primer nivel

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Xavier Bru de Sala

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Como el Guggenheim en Bilbao y el Louvre en Abu Dabi, el Hermitage en Barcelona. Con la pequeña diferencia de que, dicho sea con perdón, Barcelona no es ni ha sido nunca un desierto cultural, sino lo contrario, todo lo contrario. La pregunta es pues: ¿Barcelona debe comportarse como las ciudades que buscan promocionarse con un escaparate que no tiene nada que ver con su tradición y naturaleza? La respuesta afirmativa se fundamenta en el interés, la negativa en el orgullo y el perjuicio. Interés significa entretenimiento, icono de resonancia internacional, un spot permanente, un Port Aventura para las almas de papel de fumar de los turistas de crucero. Si en términos económicos, de proyección global y de negocio local, el Hermitage es un activo innegable, en términos culturales la aportación es cero. 

Si Madrid, que dispone de una de las mejores pinacotecas del mundo, nos hizo pagar a todos para enjoyarse con complemento del Thyssen aunque sea poco relevante en todo menos precisamente en el arte ruso de vanguardia, Barcelona bien podría, o mejor dicho, debería imperativamente cubrir su grave carencia como contenedor de obras de arte. Si nos quitáramos de encima el prejuicio de considerar la oferta Hermitage en términos culturales en vez de hacer como los promotores, que operan con mentalidad de business, si hubiera competencia entre ciudades turísticas para acoger la sucursal de la gran pinacoteca, si consideráramos que se trata de negocio y proyección como el Mobile, todo serían facilidades, no trabas, al proyecto Hermitage de la bocana del puerto. Más aún cuando, de entrada, los promotores no piden un euro a las administraciones.

Barcelona nos encanta y encanta, pero no tiene otra posibilidad de participar en la liga de las grandes exposiciones. En esta materia somos casi un desierto como eran Bilbao o Abu Dabi, y no dejaríamos pasar la oportunidad si no estuviéramos tan satisfechos de estar a punto de caer en el orgullo provinciano del que no se quiere enterar de que ha dejado de ser referencia creativa y emisor de primer nivel.

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