Dos miradas

Termómetros

Los aparatos de ahora, los más modernos, son como una especie de lector de código de barras

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Josep Maria Fonalleras

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Uno de los detalles que más me fascina del asunto del coronavirus es el de los termómetros. Me genera espanto y admiración. Los aparatos de ahora, los más modernos, son como una especie de lector de código de barras, por lo que veo en las noticias y comprobé hace poco en una visita a un amigo hospitalizado (paréntesis: enfermo, pero no de coronavirus).

Admiración, justamente por lo mismo: por la celeridad con que sabemos si una determinada persona tiene fiebre o no. Es más fácil de controlar la población: los enfermeros o los policías disfrazados de enfermeros se mueven entre la masa con el aparato en la mano, dirigen el rayo hacia la frente y, en pocas décimas de segundo, ya saben la temperatura corporal del individuo. Y también es más fácil tener información que puede ayudar a mejorar la salud del paciente. Antes, con los de mercurio (en la axila o en la boca) tenías que esperar una eternidad entera a que el líquido viscoso llegara al límite del acceso. Aceleraba de golpe y luego ascendía hasta las rayas que marcaban el sufrimiento. Después, vinieron los digitales, que no te hacían sufrir tanto rato. Y, ahora, estos. Instantáneos, vertiginosos. Signos de los tiempos.