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Todos pierden con el 'brexit'

La amenaza de una salida dura no se puede descartar hasta el 31 de diciembre, aún más cuando hay quien apuesta por debilitar a Europa

Miembros de la UE arrían la bandera británica.

Miembros de la UE arrían la bandera británica. / periodico

Llegado el Día B, se han empequeñecido el Reino Unido y la Unión Europea. Como ha dicho Michel Barnier, el divorcio del 'brexit' es una operación sin valor añadido en la que solo es posible limitar los daños. A partir de este sábado, la nueva Europa de los Veintisiete tiene 66 millones de habitantes menos, pierde el 5,5% de la superficie y el 15% del PIB aproximadamente; el Reino Unido se adentra por un sendero en el que deberá articular una relación de nueva planta con un mercado de más de 400 millones de consumidores y tendrá que hacer grandes esfuerzos de imaginación para conservar el grueso de las ventajas de la libertad de movimientos para personas, bienes y capitales. Con el 'brexit' se van por el sumidero 47 años de relaciones a menudo complejas, pero casi siempre beneficiosas para ambas partes.

Más allá de la ruptura emocional, representada por la despedida a capela en el Parlamento Europeo con las notas de la popular 'Auld Lang Syne', la ruptura política deja en el aire un sinfín de cuestiones que deben sustanciarse de aquí al 31 de diciembre, un periodo de tiempo demasiado corto pero que Boris Johnson no está dispuesto a prolongar. De lo que se deduce fácilmente que no se ha desvanecido la amenaza de una salida dura si, vencido el plazo fijado, quedan sobre la mesa algo más que flecos. Una posibilidad que no es descartable y que puede incluso formar parte de los planes futuros de cuantos piensan que si se atascan los términos de la separación, pueden salir beneficiados.

No es ni casual ni anecdótico que Mike Pompeo, secretario de Estado de Estados Unidos, estuviese el jueves en Londres y se refiriera a los «enormes beneficios» que reportará el 'brexit'. En la estrategia de la Casa Blanca, todo síntoma de debilitamiento de Europa es una buena noticia, una manera de desgastar la cultura política del multilateralismo, la economía global y la ordenación de los mercados mediante reglas aceptadas por todos. Subyace en las palabras de Pompeo la idea muy extendida en la Administración de Donald Trump según la cual la mejor Europa deseable es aquella sin instrumentos para competir. Tampoco es casual que aparezcan agitadores que difundan estos días la especie de que el 'brexit' animará a otros socios de la UE a hacer las maletas, a recuperar los atributos de soberanía que las instituciones europeas han asumido. Es una forma de alimentar las nuevas formas de nacionalismo que proliferan en Europa, que ven en Bruselas el gran adversario para hacer realidad sus designios.

Lo cierto es que, hasta el momento, la larga batalla del 'brexit' ha sido un factor cohesionador de la UE, pero queda la parte más dura del proceso, la que debe establecer las futuras reglas del juego. Ahí caben las escaramuzas para estimular las tensiones entre los Veintisiete, especialmente en aquellos países donde tiene muchos adversarios la presunta intromisión excesiva de Bruselas en la política de los estados. Y ahí puede producirse un debilitamiento suplementario de la UE, aunque la defección del Reino Unido acabe siendo amistosa y civilizada.