Tras la ruptura

Si el 'brexit' funcionase...

Boris Johnson tiene el reto de demostrar si puede recuperar la prosperidad perdida y si es posible un nacionalismo liberal, lo que se pondrá a prueba con su política hacia los inmigrantes

Farage celebra la salida del Reino Unido de la UE.

Farage celebra la salida del Reino Unido de la UE. / periodico

Antón Costas

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La semana pasada asistí a una cena en Madrid en la que el invitado era un alto funcionario británico. Queríamos que nos explicase su visión de cómo se desarrollarán las negociaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea para llegar a un nuevo acuerdo comercial una vez que el Reino Unido abandone el club europeo. Cosa que se ha producido en la medianoche del 31 de enero.

El invitado nos sorprendió al comenzar su intervención preguntando si entre los asistentes había alguno que fuese partidario del 'brexit'. Se hizo un silencio incómodo. No se entendió la ironía británica de la pregunta. Nadie levantó la mano.

Nunca me he planteado si soy o no partidario del 'brexit'. La razón es porque no he tenido que tomar esa decisión. Pero comprendo alguna de las razones que han llevado a un poco más de la mitad de los británicos a tomarla.

Desde los años 70 del siglo pasado, tanto en el Reino Unido como en los Estados Unidos, España y otros países europeos, se ha venido produciendo una profunda división en el interior de esos países entre regiones y ciudades prósperas y otras que se han quedado rezagadas.

Muchos británicos que viven en regiones y comunidades locales anteriormente prósperas, con un buenos empleos y salarios decentes, han visto como su prosperidad menguaba. La causa ha sido la desindustrialización y deslocalización de industrias y puestos de trabajo hacia países de Asia. Frente a ese deterioro, lo único que se les ha dicho por los gobiernos y las élites es que emigraran hacia las grandes ciudades o que se resignasen a permanecer en el olvido.

El mayor porcentaje de votos a favor del 'brexit', y también de Donald Trump, vino de las medianas y pequeñas ciudades y de las comunidades locales que en mayor medida han sufrido los daños de la desindustrialización, de la globalización y de la competencia china.

La pérdida de prosperidad de esos británicos no puede ser atribuida únicamente a su pertenencia a la Unión Europea. Pero, en la medida en que uno de los rasgos es la libertad de circulación interior de personas y que no ha sido capaz de tener una política común de control de sus fronteras, el malhumor de los británicos se ha dirigido a la Unión Europea. Negar el impacto de la inmigración sobre el empleo y los salarios de esta parte de la población es negar la realidad.

Después dela ruptura

Llegados a este momento, pienso que es necesario preguntarnos qué representa el experimento del 'brexit', tanto para los británicos como los países de la UE.

El Gobierno de Boris Johnson tiene el reto de demostrar dos cosas. En primer lugar, que es posible un nacionalismo liberal. Para muchos esto es un oximoron, una contradicción en sí misma. Pero el Reino Unido es la democracia liberal más antigua y ha demostrado que sabe tomar decisiones similares sin morir en el intento. Ocurrió en 1931 cuando decidió salir del sistema patrón oro, una especie de euro de la época.

Por cierto, el gran economista liberal británico de la primera mitad del siglo XX, John Maynard Keynes, apoyó la salida y defendió un cierto proteccionismo. Cuando se le reprochó que abandonara sus convicciones librecambistas, contestó: "Yo cambio de opinión cuando cambian las circunstancias. ¿Y usted que hace?".

No le fue mal a la economía y salvó a la democracia inglesa del fascismo. Ahora, el punto clave de ese intento de construir un nacionalismo liberal va a ser la política respecto a los inmigrantes, tanto los que ya están como los que vengan de fuera.

En segundo lugar, Johnson tiene que demostrar que puede devolver la prosperidad perdida a las regiones y comunidades que se quedaron atrás. No va a ser fácil. Dependerá tanto del acuerdo al que llegue en las negociaciones que ahora se inician con la UE como de las políticas internas que pueda aplicar. Pero tiene margen fiscal y monetario para intentarlo.

Le pregunté a nuestro invitado su opinión sobre la posibilidad de construir un nuevo contrato social en el Reino Unido basado en ese nacionalismo liberal. Respondió que no se había planteado esa cuestión. Pero trató de convencernos de que no dejan de ser europeos, que solo abandonan la UE. Y que tampoco dejan de ser liberales e internacionalistas.

¿Se imaginan el reto que significa para las democracias de la UE si Boris Johnson logra articular un nuevo contrato social británico? Espero que este reto sea un incentivo para construir un contrato social europeo como Dios manda.