Dos miradas

No es el Hermitage

Frente a la pulsión de convertir el arte (y todo) en un consumible uniformado, está el acierto de alimentar la personalidad propia

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Emma Riverola

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¿Para qué sirve el arte? ¿A quién sirve? Las respuestas son múltiples. No lo vive igual el marchante, el artista o el espectador emocionado ante una obra. Hay motivos para defender el Hermitage en Barcelona, pero el latido cultural de la ciudad no necesita esa trasfusión. Tenemos equipamientos excelentes faltos de apoyo institucional para potenciarse. Tenemos la herencia de lo bien hecho y un poderoso magma creativo. Y tenemos avidez por la cultura. Recordemos el éxito de la Bienal del Pensament.

Frente a la pulsión de convertir el arte (y todo) en un consumible uniformado, está el acierto de alimentar la personalidad propia, el mejor modo de mantener el valor. El Hermitage, con sus exigencias arquitectónicas y de ubicación, con su historial de satélites fracasados y la ausencia de un proyecto vinculado a Barcelona no responde a sus urgencias culturales. No sería la primera inversión privada que acabase en pérdidas públicas. Son muchos los sectores que presionan para su implantación, no así el mundo del arte. Decir 'no' a las imposiciones del Hermitage es un acto de valentía que da valor a la ciudad.