Opinión | Editorial

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La oportunidad del Hermitage

Resulta difícil creer que Barcelona y el museo de San Petersburgo no puedan encontrar una forma de casar sus intereses

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El Ayuntamiento de Barcelona ha dicho 'no' a abrir un museo Hermitage en la ciudad en las condiciones planteadas hasta el momento por sus promotores. La negativa no ha sido fácil ni rápida. Los intereses que convergen en el proyecto son muchos y dispares. También los argumentos a favor o en contra. En una ciudad donde el sector cultural languidece, resulta difícil rechazar un proyecto del prestigio del museo de San Petersburgo. No solo puede ser un dinamizador cultural, también puede ayudar a resituar Barcelona en el mapa del arte y en el circuito del turismo de calidad. No es causal que el Ayuntamiento de Madrid quiera acoger el museo.

Por otro lado, la implantación de un museo desligado de la personalidad de la ciudad, de su herencia artística y de su pálpito creativo, no solo tiene sus riesgos, sino que resulta contradictorio con el escaso apoyo que recibe el patrimonio museístico propio. Un sector lastrado por unos presupuestos raquíticos que le incapacita para programar una oferta competitiva. Además, experiencias previas en otras ciudades demuestran que la marca Hermitage no siempre es una garantía de éxito

Al fin, después de años de negociaciones y de dispares y contradictorios posicionamientos vecinales, empresariales y culturales, el consistorio ha desestimado la instalación del museo en la bocana del puerto. Cuatro estudios que analizan el impacto cultural, económico, urbanístico y de movilidad han resultado claves para la determinación.

Las dificultades que las sucursales del Hermitage han tenido en otros lugares invitan a la prudencia. También el conocimiento de los problemas que puede suponer optar por la grandilocuencia arquitectónica, en vez de por el aprovechamiento de espacios disponibles. Pero todas las dificultades urbanísticas, así como la disparidad en cuanto al proyecto cultural, deberían ser subsanables en pro de un objetivo más imperioso: impulsar la vida cultural y artística de Barcelona. El Hermitage puede actuar como dinamizador, siempre que reformule su proyecto en alianza con el sistema cultural de la ciudad y sus habitantes. Resulta difícil creer que Barcelona y el Hermitage no puedan encontrar un modo de casar sus intereses.