El tablero político español

La rederechización de la derecha

La mudanza de la derecha a la modernidad, a la homologación europea, nunca se ha completado. Ahora se presenta en tres formatos: Vox, PP y C's, pero Vox parasita el alma de los otros dos

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Marçal Sintes

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Estuvimos barruntándonos durante lustros sobre la unidad de la derecha española, y sobre sus pros y sus contras. Una unidad que se conformó tras el agrietamiento, ruptura y desaparición de la UCD de Adolfo Suárez. El PP (antes Alianza Popular) se hizo entonces amo y señor de la derecha. Llegó al poder en 1996 con un resultado corto, que Jordi Pujol y CiU se encargaron de complementar. Aznar se vio obligado a gobernar desde la moderación. Le fue fantásticamente bien. En el año 2000 conseguía la mayoría absoluta. A partir de entonces, el PP actuó como derecha dura y ultranacionalista.

A las elecciones 2004, PP y PSOE llegan con expectativas similares, pero las mentiras sobre el terrible atentado del 11 de marzo en Madrid dan el triunfo a Zapatero. La “segunda Transición” aznariana -transición de retorno, hacia un lugar más a la derecha- queda interrumpida. En 2011, Mariano Rajoy -quien había completado con éxito su infame cruzada contra el Estatut- gana con mayoría absoluta. Como Aznar, él también la perdería a la primera de cambio.

Hoy la derecha está dividida, se ha escindido en tres: PP, Vox y Ciudadanos. Ciudadanos, que irrumpió en el Congreso en 2015 con 40 diputados, tiene únicamente 10. Rivera huyó tras la debacle. El tercer partido de la Cámara es Vox, extrema derecha populista, con 52 escaños.

España se parece más a la mayoría de estados europeos, pues posee varias derechas, entre ellas la extrema derecha populista. Pese a ello, el PP sigue sin ser una derecha como las del resto de Europa. El PP es mucho menos liberal y abierto. Tampoco sus propuestas y sus modos de actuar son equiparables. No ha interiorizado el espíritu de la Constitución -en algunos aspectos tampoco la letra- y sigue rechazando agriamente la diversidad y el pluralismo de la España real.

En contraposición con lo que ocurrió con los tiranos coetáneos -y amigos- alemán e italiano, Franco no fue barrido por la segunda guerra mundial, como Hitler y Mussolini, ni la dictadura nacida de la guerra civil fue liquidada por una revuelta, como en Portugal en 1974. Franco murió en la cama, y el franquismo nunca fue derrotado. No hubo ruptura, sino reforma, lo que hizo que España no afrontara en profundidad, en consciencia, desde una dimensión moral, lo sucedido. La conversión del régimen la pilotó el propio franquismo, bajo la presión de una sociedad que deseaba un cambio. Pero nadie juzgó al franquismo ni a los franquistas, nadie fue condenado por ser franquista, nadie pidió perdón y menos aún se arrepintió o avergonzó.

La derecha moderna

La derecha simplemente mudó la piel para adaptarse a los nuevos tiempos y siguió adelante. Las elecciones del 1977 las ganó Adolfo Suárez -un hombre salido del corazón del franquismo, consciente, sin embargo, de cómo era necesario proceder-, con 166 diputados -solo diez por debajo de la mayoría absoluta. Dos años después, con la Constitución aprobada, conseguía 168.

El franquismo 
nunca fue derrotado. No hubo ruptura,
sino reforma

El futuro, al menos el futuro cercano, es una España sumida en la contienda. Con un Gobierno PSOE-Unidas Podemos que, si quiere sobrevivir, no tiene más opción que plantar cara y luchar con uñas y dientes. Las derechas, por su parte, van a usar cualquier estrategia y cualquier medio para tumbarlo. Y llevarán una y otra vez el debate al terreno de los valores (la primera muestra, el mal llamado 'pin parental'), las emociones y la identidad. Las derechas seguirán por supuesto atizando la catalanofobia -de indisimulable poso xenófobo- porque les sale de dentro y porque es un precioso combustible electoral. El alto grado de continuidad impidió lo que podríamos llamar la 'normalización de la derecha'. El PP actuó como un contenedor donde los ajenos a la cultura franquista eran los menos. La mudanza de la derecha a la modernidad, a la homologación europea, nunca se ha completado. Ahora la derecha se presenta en tres formatos -azul, verde, naranja-, pero es Vox -ya desde las elecciones andaluzas- quien arrastra a los otros dos y hace aflorar los peores instintos del pasado. De alguna forma, Vox parasita el alma de PP y Ciudadanos. Los aires autoritarios y populistas que sacuden el mundo, desde Brasil a Rusia pasando por Hungría, Francia o Estados Unidos, auspicia y legitima la re-derechización de la derecha.

Más polarización, pues, es lo que viene. Lo que significa endurecimiento de las posiciones y poco o ningún espacio compartido, ningún terreno común. La bronca imperará. La conversación colectiva se degradará aún más. No existirán adversarios, sino enemigos. El debate razonable y razonado entre los unos y los otros será casi imposible, igual que alcanzar acuerdos de calado entre bandos.