Josep Pla en Madrid
Todas las ilusiones posibles
El Pla de lo pequeño es irresistible. El grueso de 'Hacerse todas las ilusiones posibles', sin embargo, lo conforman sus reflexiones sobre lo que él llama la enfermedad nacional, el problema del encaje de Catalunya con España
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Olga Merino
Madrid, estación de Atocha. El día y el cielo están blancos, subsumidos en una llovizna alemana. Echo a andar por el paseo del Prado arriba. Huele a la tierra mojada del Jardín Botánico. Separadas por un lapso de al menos 20 minutos, me cruzo con dos personas que caminan canturreando, aunque el tiempo no acompañe; ¿cantar por la calle?, ¡qué raro resulta! En el escaparate de una librería de viejo, sucumbo a un libro seductor: ‘Hacerse todas las ilusiones posibles’ (Destino), notas dispersas de Josep Pla. Vaya, el viejo cascarrabias en Madrid.
Me encuentro con gente distinta. Abrazos, charlas desmadejadas, promesas. Al menos dos personas deslizan en sus conversaciones que Barcelona se ha convertido en un lugar duro, muy hosco para la literatura escrita en castellano. No sé qué decir. Siento pena.
Vuelta a casa, a un país destripado por el temporal ‘Gloria’ que mientras tanto pierde el tiempo con el sainete del acta de diputado de Torra y su autoinmolación. El vagón mudo del AVE es estupendo para leer. Saco a Pla del bolso. Con el tiempo he aprendido a digerir su misoginia —en el fondo, se trata de un temor reverencial hacia las mujeres—, impresionada por la eficacia de su prosa y su capacidad de observación. “La piel es la cosa más prodigiosa de la vida. Pero casi siempre resulta insoportable”.
El Pla de lo pequeño resulta irresistible. El grueso del libro, sin embargo, lo conforman sus reflexiones sobre lo que él llama la enfermedad nacional, el problema del encaje con España, el complejo catalán a causa de una permanente sensación de derrota. El quid del asunto se encuentra en un diapasón, en el arco tensado entre dos aforismos. Frase 1: “Hablando con sinceridad, el catalán es un pueblo llorica, nunca está contento”. Frase 2, demoledora: “Se puede conquistar con un arrebato. Colonizar implica inteligencia, España”. Palabras escritas hace 60 años o más. ¿Será posible romper la dinámica? Tal vez nunca, pero lo ideal es hacerse todas las ilusiones posibles y no creer en ninguna.
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