dos miradas

Mal y frivolidad

Lo perdemos todo, si perdemos el legado moral del episodio donde el mal absoluto señoreó en el mundo

Presas usadas como trabajadoras esclavas en Auschwitz para la empresa I.G. Farben.

Presas usadas como trabajadoras esclavas en Auschwitz para la empresa I.G. Farben. / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Una cosa es banalizar el mal, como lo describió Hannah Arendt, y otra es convertir el mal en una banalización, que es lo que ahora vemos muy a menudo. Desde fotografías divertidas y frívolas en el Memorial de Berlín hasta excursiones también frívolas y divertidas a Auschwitz, por ejemplo. Este lunes conmemoramos el 75 aniversario de la liberación del campo de exterminio y, en este Día Internacional de la Memoria del Holocausto, es oportuno que nos fijemos y pensemos en la progresiva utilización de la Shoá y de todas las derivadas de la barbarie nazi como un divertimento, como un recurso lúdico que ignora (o banaliza) la enorme losa de terror que sepultó la dignidad de los hombres.

En eso reflexiona el novelista Yishia Sarid en 'El monstruo de la memoria': el protagonista es un hombre que trabaja de guía a los campos polacos y que comprueba el nivel de frivolidad con que encaramos el pasado. Juegos de ordenador donde se eligen a los prisioneros que van a la cámara de gas, un 'escape room' de la habitación de Anne Frank, guirnaldas de Navidad con fotos de Auschwitz ... Lo perdemos todo, si perdemos el legado moral del episodio donde el mal absoluto señoreó en el mundo.