El laberinto catalán

No solo un escaño

Los tempos importan y elecciones antes del verano o a finales de otoño dibujan escenarios distintos

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Anna Cristeto

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Nuevo día clave en el Parlament y enésimo juego de equilibrios entre las dos fuerzas independentistas del Govern. La legislatura podría quedar tocada de muerte tras una jornada que se prevé de gran complejidad en la Cámara. Tras un fin de semana de cierto nerviosismo y mensajes cruzados discretamente, este lunes debe ejecutarse la orden de la Junta Electoral Central. Refrendada por la sala de lo contencioso-administrativo del Supremo, despoja a Quim Torra del acta de diputado. Para Cs y PP es insuficiente y consideran que el 'president' ha dejado de serlo, pero la JEC no precisa ese extremo. Torra entiende que cualquier decisión que le impida votar en el pleno sería un ataque frontal a la soberanía del Parlament y a la democracia.

La enmarañada política catalana exige cada vez más conocimientos técnicos para seguirla y entender sus entresijos. Si el secretario general de la Cámara, que es un funcionario, comunica a la JEC el sustituto de Torra, la orden se daría por cumplida. Una vía intermedia pasaría porque Torra asistiera a los plenos sin votar, una solución que no seduce a JxCat pero que ahorraría problemas y nuevos frentes legales a Roger Torrent, presidente del Parlament.

Un sinfín de resoluciones y recursos

Aquel acto estéril de descolgar tarde una pancarta en período electoral ha generado un sinfín de resoluciones y recursos. Sin entrar a valorar el fondo del mensaje, desde las propias filas de JxCat se hicieron llegar a Torra señales de alerta por las consecuencias de su pataleta política. También se advirtió en ese sentido por parte de ERC, que contemplaba desde el burladero cómo su socio enterraba su trayectoria como jefe del Ejecutivo. Vuelve ahora a estar en jaque la gobernabilidad en un momento en que los republicanos podrían acusar las negociaciones con Pedro Sánchez.

Los tempos importan y unas eventuales elecciones antes del verano o ya a finales de otoño dibujan escenarios distintos. Hasta que la inhabilitación de Torra sea firme, si así lo confirma el Supremo, la prerrogativa de convocar elecciones está en sus manos. Es una decisión que podría tomarse en función de diversas variables, como la inminente reorganización del espacio posconvergente con la que Carles Puigdemont aspira a blindar su liderazgo. Los Presupuestos que se acaban de encarrilar, tras arrastrar los del 2017 durante demasiado tiempo, son un activo que podría quedar en papel mojado y, con ellos, el balón de oxígeno que esperan muchos sectores. También se complicaría el diálogo con Madrid en un momento en que se esperan que la mesa entre gobiernos dé sus primeros pasos.

Son asuntos que seguramente no figuran entre las prioridades del tablero de mandos de Waterloo, más aún cuando son iniciativas lideradas por los republicanos. El pulso entre independentistas puede alcanzar mayor intensidad si cabe en un escenario en el que deban optar por investir a un sustituto del mismo partido del 'president' o enfrentarse a unas elecciones. Mientras se dilucida cuál de los socios de Govern toma las riendas del soberanismo, más del 60% de los catalanes considera que el Ejecutivo es incapaz de resolver los problemas del país, según el último sondeo del Centre d’Estudis d’Opinió. La encuesta se llevó a cabo entre el 18 de noviembre y el 12 de diciembre. Desde entonces, Torra ha ido acercando la institución de la presidencia al abismo. Desposeído, por la JEC, de su escaño y pendientes de lo que ocurra esta semana, insistir en su condición de diputado le servirá para reivindicar una legitimidad que podría haber proyectado en la gestión del día a día. O eso opina parte del electorado, que suspende de nuevo al Govern.