Censura parental

Vox y el Tea Party

La guerra cultural e ideológica del partido de ultraderecha obliga a sus rivales ideológicos a la polarización y hegemoniza la oposición con un liderazgo audaz y provocador

Ilustración de Monra

Ilustración de Monra / periodico

Antoni Gutiérrez Rubí

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La iniciativa del llamado ‘pin parental’ que promueve Vox es un éxito -otro más- de la estrategia comunicativa y política de esta formación. Vox ha conseguido tres victorias: la temática, la ideológica y la mediática.

La agenda temática. Vox ha situado en la opinión pública los temas de la libertad (en este caso, su versión de la libertad de los padres y madres en relación a cómo quieren educar a sus hijos), de la educación y de la familia. El 'pin parental' obliga a hablar de estas cuestiones que, probablemente, no tienen el protagonismo necesario y deseable en la política española, a pesar de su gran relevancia. Esa victoria de la agenda es muy significativa y preconiza la idea de la política útil frente a la vacua. Algo, también, muy parecido a la lógica de las tríadas, tan características del populismo de la derecha extrema como la que lidera Matteo Salvini con su lema: «Dios, patria y familia».

La guerra cultural e ideológica. Vox apuesta por la guerra cultural -relámpago- para crecer políticamente. Estrategias bien apoyadas por un tempo digital preciso, una coordinación de voceríos muy profesional y una eficaz estrategia de comunicación que obliga a sus rivales ideológicos a la polarización; destroza el espacio central, provocando el <strong>seguidismo del PP</strong>, arrastrándolo a posiciones más duras; y hegemoniza la oposición con un liderazgo audaz y provocador, de calculadas réplicas en los ultimátum y órdagos que Vox lanza allá donde es decisiva parlamentariamente. Vox utiliza instrumentalmente a la izquierda para competir por el liderazgo de la derecha. Primero el liderazgo, luego la alternativa.

Una trampa eficaz

Esta guerra cultural tiene una explicación, en el concepto conocido como 'la ventana de Overton', para entender cómo se ha desplazado todo el marco del debate político hacia los extremos. Hablar -y hacer hablar a los demás- de lo imposible (porque no sea realizable o por inexistente como problema social) tiene una primera ventaja: la profecía autoincumplida. Hablar de lo que no es un problema crea las condiciones para que lo sea. Hablar de cómo enfrentar, desde la radicalidad, esa realidad recreada provoca que esas propuestas políticas se vuelvan viables, por pensables e imaginables. Una trampa eficaz.

La hegemonía mediática. Esta presencia mediática constante de Vox, así como sus propuestas y modos de encauzarlas, recuerda, en cierta medida, a la que usaba el Tea Party en EEUU, cuando irrumpió en la escena política norteamericana en febrero del 2009. Vox consigue erigirse, mediante la visibilidad y memorabilidad que logra, como una alternativa concreta al gobierno actual, al que polariza constantemente, con exageraciones extemporáneas (como llamarles comunistas). Por parte del Tea Party, Obama era su víctima y objetivo diario, a causa de su «agenda radical». Al polarizar con el gobierno demócrata y exagerar sus potenciales malas políticas, consiguieron llamar la atención de la audiencia, desencantada con la política en general.

El descontento -incluso la ira- que canaliza y potencia Vox, como también hacía el Tea Party, se ha instalado en el centro del debate político. En Estados Unidos eran constantes los ataques a la política de Obama, desde Twitter y desde foros y redes donde se unían grandes comunidades de afines, como ResistNet o FreedomWorks (esta última con 700.000 afiliados). La comunicación de todos estos grupos se produce a través de la red, lo que les confiere un gran poder por la capacidad de difusión de sus ideas.

La importancia del 'framing'

Esta ofensiva política alrededor del 'pin parental' es un ensayo general y pone de manifiesto la importancia del 'framing', del enmarcado conceptual, de las palabras metafóricas o portadoras de una imagen comprensible. El 'pin' es algo que es percibido, pues, como un permiso de los progenitores, como el que concedemos en algunos ordenadores. Esta visión (este marco mental) a favor de la elección como padres y madres responsables es una victoria política. Han ganado el 'frame'. También lo hizo el Tea Party cuando hablaba de «americanos comunes» o de ir contra el «'establishment' de Washington».

En el Tea Party se apostó por el tradicionalismo de EEUU como gran potencia y su vuelta a los orígenes (que luego Donald Trump sacralizó con su lema, «America First»). Su propio nombre es fruto de un hecho histórico, el Motín del té de Boston del 16 de diciembre de 1773 contra la metrópolis británica. De nuevo la historia, el mito: la libertad y la soberanía. Como utiliza Vox la figura del Cid o la Reconquista.

El Tea Party fue la semilla. El fruto fue Donald Trump, muy pocos años después. La historia se repite cuando no se estudia, no se comprende y no se aprende. 

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