La evolución del PIB

¡Mecachis, qué guapos somos!

Hay que hablar, y no lo hacemos, de las señales de alarma de la economía catalana para comprenderlas y desactivarlas

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Antón Costas

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En las viejas oposiciones a cátedras de universidad uno de los primeros ejercicios que teníamos que hacer los opositores era la exposición pública de nuestro trayectoria académica y científica. Tratábamos de convencer al tribunal de las muchas virtudes que nos adornaban y de que éramos el mejor para la plaza a concurso. A la vez, buscábamos 'trincar' a los rivales, desvalorizando sus méritos. Por eso, a ese ejercicio, se le conocía como el 'Mecachis, qué guapo soy!'

Viene a cuento esta anécdota al ver cómo en Catalunya se sigue practicando el exceso del autohalago a la vez que el desmerecimiento de lo que hacen otros. Si solo fuese un ejercicio de autoestima colectiva esta conducta no sería peligrosa. Pero este sentimiento de ser más guapos que los demás es como un halo de santidad que tapa algunas señales inquietantes que se están produciendo en la evolución de la economía catalana.  

Así, al final de año pasado el INE informaba que Madrid supera a Catalunya y ya es la primera potencia económica de España. El PIB madrileño a precios corrientes se situó en 2018 en 230.794 millones de euros (19,2 % de PIB nacional), mientras que el PIB catalán era de 228.682 millones (19 %). La serie histórica permite ver cómo se ha ido perdiendo la ventaja: era de 1,2 puntos a favor de Catalunya en el año 2000, pasó a 0,4 puntos en 2010, para caer 0,2 puntos por debajo en 2018.  

La recomendación de Pujol

Hace años, el presidente Pujol me hizo una recomendación. Me dijo: “Mire, Costas, cuando quiera saber cómo va la economía del país, pregúntele a los notarios y a los taxistas”. Continúo haciéndolo. Un amigo notario con plaza reciente en Madrid me dice que en los dos últimos años el mayor número de operaciones de su despacho han sido ventas de empresas catalanas. En este sentido, el diario económico 'Expansión' publicaba hace unos días una relación de 120 medianas y grandes empresas catalanas que se vendieron en el 2018, que incluye compañías familiares emblemáticas como Codorniu, Cirsa, Gaes o Áreas. El número es mayor si se tiene en cuenta que la venta de muchas pequeñas y medianas se lleva a cabo sin información pública. Son de todos los sectores, pero especialmente industriales.

También está por ver el impacto que acabará teniendo en el dinamismo económico catalán el importante número de empresas que cambiaron de sede como consecuencia del 'procés'. El argumento de que solo se ha desplazado la sede corporativa pero no la fabricación es ingenuo. Solo puede sostenerlo una persona que no haya estado nunca en la alta dirección de una empresa. Las decisiones relevantes de una compañía, y la promoción interna de sus directivos, se producen allí donde está la sede de sus departamentos estratégicos. O hay un retorno rápido de las sedes o sus efectos a medio y largo plazo serán muy relevantes para el dinamismo económico y el empleo de calidad en Catalunya.

Vaya por delante que con estos ejemplos no estoy tratando de alimentar un sentimiento de alarmismo ni de decadencia. Ni tampoco estoy sugiriendo que todas estas señales tengan que ver con las circunstancias políticas catalanas de los últimos años.

Dinamismo y bienestar

Así, la caída en el ranking del PIB de Barcelona en relación con Madrid puede ser un proceso que no hay porque considerar como una pérdida de dinamismo de Barcelona y Catalunya debido al 'procés', sino como la consecuencia lógica de que muchas empresas, especialmente las de servicios públicos regulados y las financieras, auditoras y consultoras, se localizan en Madrid porque allí tienen la sede sus reguladores.

De la misma forma, la venta de empresas puede responder no a causas políticas, como se ha sugerido, sino a un proceso natural de jubilación de sus propietarios, en unas circunstancias en las que los herederos no continúan, como en el pasado, la tradición empresarial. Pero aun en este caso hay que analizar que hacen los que venden con la liquidez que obtienen, si la vuelven a inyectar en el circuito empresarial, la utilizan para su bienestar o la dilapidan.  Esto nos permitiría conocer si disminuye el número de empresarios y aumenta el de rentistas. Un conocimiento fundamental para anticipar el dinamismo y el bienestar futuro de la economía catalana.

Pero, de todo esto no hablamos. Y las cosas de las que no hablamos, solo pueden empeorar. Y no hablamos porque el sentimiento de que somos los más guapos de la clase nos impide ver esas señales de alarma, comprenderlas y desactivarlas. Hablemos.