La crisis libia

La Cumbre de Berlín o la escenificación de un nuevo orden westfaliano

La reunión convocada por Merkel sobre Libia recuerda la de 1884 para el reparto de África

Ilustración de Monra

Ilustración de Monra / periodico

Ruth Ferrero-Turrión

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La reunión convocada por la cancillera Merkel para tratar la cuestión de Libia en la que se han dado cita 12 países, más la ONU, la Unión Africana y la Liga Árabe, recuerda de manera dramática a la que tuvo lugar, también en Berlín, pero en 1884, cuyo objetivo era la división de África entre los grandes imperios coloniales. Entonces el canciller Bismarck, del recién creado Imperio Alemán, también fue el anfitrión. Estuvieron presentes los representantes de Estados Unidos, el Imperio Otomano, Suiza y, por supuesto, todos los países europeos. Fue entonces cuando quedaron claros cuáles eran los intereses, entonces y ahora, de las potencias internacionales: ampliación de los mercados y el acceso a la riqueza mineral. Decían los cronistas de la época que “si bien se vistió como una cumbre humanitaria para mirar por el bienestar de las poblaciones locales, su agenda fue puramente económica”.

Italia y Francia están en bandos diferentes por el control del gas
y el petróleo libios

Sorprende ver cómo la escenificación de la cumbre de hace unos días sobre Libia es muy similar a la de hace 135 años.  La foto de familia con Merkel en el centro, Macron a su derecha, a su izquierda António Guterres y flanqueando a ambos, de un lado Erdogan, del otro Putin.  Los representantes de la UE aparecen en segunda y tercera fila. Ni Grecia ni Marruecos fueron invitados. Los dos adversarios libios en guerra, el primer ministro Fayez al Sarraj y el general Chalifa Haftar, si bien estuvieron en Berlín, tuvieron que esperar hasta que fueron informados sobre los acuerdos de la reunión. Es muy relevante conocer quién a apoya a quién en el tablero internacional y qué intereses están en juego. A al Sarraj le apoyan Italia, Turquía, Qatar y Alemania, por su parte, Haftar recibe el apoyo de Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Arabia Saudita, Francia y Rusia.  Aquí es donde los objetivos geopolíticos y económicos colisionan e incluso se contradicen. Por poner un ejemplo muy gráfico, Italia y Francia se sitúan en bandos diferentes porque ambos, o, mejor dicho, sus empresas energéticas, la italiana ENI y la francesa Total, pretenden el control del gas y petróleo libios. En un momento de fijación de las agendas políticas en Bruselas articuladas sobre cambio climático y energías renovables cuesta encontrar del encaje del ¿control del petróleo y gas libio? Y todo ello sin olvidar que de lo que suceda en Libia dependerá lo que pase en el Sahel.

Y así hubiera seguido el conflicto de no haberse recrudecido al incorporarse al terreno Turquía y Rusia y, al temer los europeos una pérdida de influencia en la región. Y aquí los más rápidos en reaccionar han sido los alemanes que apelando a su capacidad de mediación refuerza su imagen de líder europeo.  Frente a los malabares de Macron de los últimos tiempos por afrancesar a la UE, la ofensiva diplomática alemana gana la partida a nivel global, y a nivel europeo a pocos días del 'brexit'.

La victoria alemana en este terreno es evidente, si bien es verdad que la voluntad por parte de Estambul y Moscú en torno a la necesidad de un alto el fuego ha facilitado que los estados europeos también se pongan de acuerdo. La capacidad de mediación de Bruselas queda, de nuevo, en entredicho, tal y como sucedió en Ucrania, y ahora se vuelve a evidenciar en el momento de la aparición intereses geopolíticos y económicos. Queda todavía un largo camino por recorrer para esa UE geopolítica de la que todos y todas hablan.